8.11.09

Proyecto argumentativo

Sobre la esencia de ser padre.

Es un dichoso infortunio el no tener hijos.- Eurípides.

Imaginate un compromiso con otra persona por el resto de tu vida. Hasta, y es de lo más probable, puede no caerte bien. Y sin embargo estás obligado para con ella por siempre.
No hay necesidad de imaginar, eso significa ser padre, de eso trata ser padre, de tener que responder a todas las exigencias de otra persona cualquiera. ¿Cómo es posible que una relación de esta índole haya sobrevivido en nuestra cultura desde sus momentos más arcaicos? ¿No somos supuestamente una sociedad cuyo valor máximo es el respeto por los derechos individuales, por la vida individual, por la felicidad individual?
Siempre condenados a una relación donde no se puede reclamar nada y sin embargo verse obligado a responder sin chistar. ¿O existe acaso el hijo que deja a su padre inmiscuirse en su vida, por más que sea por su propio bien?
Mucho tienen que hacer los padres para compensar el hecho de tener hijos. (Nietzsche)
Es que siempre se ve al revez, desde el lado del hijo. Es que todos somos hijos, pero no todos son padres. Porque ser padre es una decisión de la propia vida. Vaya uno a saber porqué leyes cósmicas del universo psicológico es que uno tiene tan internalizado el papel, que hasta llega un punto en que realmente uno lo desea.
Se quiere ser padre como se quieren tantas otras cosas en nuestro breve lapso de existencia, pero lamentablemente esa decisión, que hasta podría categorizar como un capricho, no tiene vuelta atrás. Nos condenamos a tener que responder a una persona cualquiera, a tener que estructurar nuestra propia vida por y para nuestros hijos sólo para poder recuperarla cuando a ellos les entra en gana. Cabe aclarar que obviamente esto no sucede hasta que ya el momento del ahora se haya escapado de nuestras manos, cuando ya nos acostumbramos a vivir de glorias pasadas y perdimos la capacidad de imaginar un futuro propio.
A veces pienso que ser padre es querer escapar de la realidad, es querer dejar de vivir la vida un rato. La frase “Paren el mundo que me quiero bajar” nunca me pareció mas precisa para explicar la única condición posible para que una persona cualquiera con dos dedos de frente decida condenarse a semejante relación: sólo lo explica la depresión. Podría acotar que en muchos se produce por el miedo irrefrenable al vacío de saber que se va por mitad de camino y no se logró absolutamente nada para ser recordados sobre la faz de la tierra, pero tal vez no debería generalizar.
Sin embargo, al caer en cuenta de que la cosa va en serio, los hombres como los seres de frente bien alta que somos, tomamos responsabilidad de nuestras acciones y nos hacemos cargo, porque ya hubo uno que dijo que tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano no lo vuelve pianista. (Michael Levine) A pesar de todo, a pesar de arrepentirnos de todo, realmente los que somos bien hombres intentamos hacer lo mejor que podemos. Incluso están aquellos que buscan por todos los caminos no repetir los errores de los propios progenitores, pero es la bendita psicología la que nos condiciona al fracaso. Vaya uno a saber por qué ley cósmica nuestro hijo está casi obligado a elegir para su vida lo opuesto a nuestro deseo como padre. Incluso conozco un caso en el que el buen hombre vio un talento artístico en su hijo y lo impulsó a estudiar arte. Le dijo que se quedara tranquilo, que lo apoyaría aún cuando él sabía que el futuro sería difícil. Su hijo dejó la escuela de arte y se metió para administración de empresas.
Ser padre es una decisión irrevocable, de consecuencias de por vida y sobre todo, condenada al fracaso. Qué ironía que nosotros mismos nos prestemos a ello.
Lo peor de todo, es que la relación padre-hijo es intrínsecamente antinatural. No es como cualquier otra relación donde uno al menos elige con quién relacionarse. Yo elijo mis amigos, elijo la mujer con la que pasar el resto de mi vida y elijo cuando divorciarme de ella también. He ahí un gran avance de la sociedad: el divorcio. Y la pregunta que me agobia es cómo es que se cae en la gran hipocresía de admitir que es imposible (o al menos posible que no se pueda) mantener amor eterno por tu mujer/marido (al que por cierto se elige con anterioridad) y aún así seguir con la idea de que un padre tiene que amar incondicionalmente a un hijo. ¿Cómo es posible que se siga creyendo que tal cosa es siquiera posible? Y es que amar a los hijos es mas que un simple sentimiento (L. Serrat), es una obligación y como tal, no puede pensarse que no va a ser resistida.
No busco caer en una paupérrima generalización, no es mi intención describir normativamente lo que yo entiendo por paternidad, es menester aceptar que existen las veces en que padre e hijo se llevan relativamente bien y hasta los hay los que se consideran amigos. Pero más que ejemplificar que el azar existe donde la excepción hace la regla, tales casos sólo dibujan la fina línea que existe entre ser un padre bueno y ser un buen padre. Seguramente aquellos que derrochan halagos propios en el deleite de una buena relación sólo hayan logrado una tibia amistad al costo de abandonar el papel de padre. Se piensan una relación más sincera, y tal vez lo sea, pero siempre estará condicionada por el hecho de que uno es la mitad genéticamente del otro, aunque ese otro prefiera omitirlo.
Que debería existir el divorcio de hijo, no me queda la menor duda. Poder poner un fin sano a una relación que no va ni para delante ni para atrás me parece lo más sensato. Algunos podrían decir que se perdería la esencia de la paternidad pero es hasta probable que quitándole el carácter de compromiso, y sin la presión que esto conlleva, se pueda desarrollar una relación mucho más disfrutable. Y si no, si te he visto no me acuerdo.