8.11.09

Proyecto argumentativo

Sobre la esencia de ser padre.

Es un dichoso infortunio el no tener hijos.- Eurípides.

Imaginate un compromiso con otra persona por el resto de tu vida. Hasta, y es de lo más probable, puede no caerte bien. Y sin embargo estás obligado para con ella por siempre.
No hay necesidad de imaginar, eso significa ser padre, de eso trata ser padre, de tener que responder a todas las exigencias de otra persona cualquiera. ¿Cómo es posible que una relación de esta índole haya sobrevivido en nuestra cultura desde sus momentos más arcaicos? ¿No somos supuestamente una sociedad cuyo valor máximo es el respeto por los derechos individuales, por la vida individual, por la felicidad individual?
Siempre condenados a una relación donde no se puede reclamar nada y sin embargo verse obligado a responder sin chistar. ¿O existe acaso el hijo que deja a su padre inmiscuirse en su vida, por más que sea por su propio bien?
Mucho tienen que hacer los padres para compensar el hecho de tener hijos. (Nietzsche)
Es que siempre se ve al revez, desde el lado del hijo. Es que todos somos hijos, pero no todos son padres. Porque ser padre es una decisión de la propia vida. Vaya uno a saber porqué leyes cósmicas del universo psicológico es que uno tiene tan internalizado el papel, que hasta llega un punto en que realmente uno lo desea.
Se quiere ser padre como se quieren tantas otras cosas en nuestro breve lapso de existencia, pero lamentablemente esa decisión, que hasta podría categorizar como un capricho, no tiene vuelta atrás. Nos condenamos a tener que responder a una persona cualquiera, a tener que estructurar nuestra propia vida por y para nuestros hijos sólo para poder recuperarla cuando a ellos les entra en gana. Cabe aclarar que obviamente esto no sucede hasta que ya el momento del ahora se haya escapado de nuestras manos, cuando ya nos acostumbramos a vivir de glorias pasadas y perdimos la capacidad de imaginar un futuro propio.
A veces pienso que ser padre es querer escapar de la realidad, es querer dejar de vivir la vida un rato. La frase “Paren el mundo que me quiero bajar” nunca me pareció mas precisa para explicar la única condición posible para que una persona cualquiera con dos dedos de frente decida condenarse a semejante relación: sólo lo explica la depresión. Podría acotar que en muchos se produce por el miedo irrefrenable al vacío de saber que se va por mitad de camino y no se logró absolutamente nada para ser recordados sobre la faz de la tierra, pero tal vez no debería generalizar.
Sin embargo, al caer en cuenta de que la cosa va en serio, los hombres como los seres de frente bien alta que somos, tomamos responsabilidad de nuestras acciones y nos hacemos cargo, porque ya hubo uno que dijo que tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo que tener un piano no lo vuelve pianista. (Michael Levine) A pesar de todo, a pesar de arrepentirnos de todo, realmente los que somos bien hombres intentamos hacer lo mejor que podemos. Incluso están aquellos que buscan por todos los caminos no repetir los errores de los propios progenitores, pero es la bendita psicología la que nos condiciona al fracaso. Vaya uno a saber por qué ley cósmica nuestro hijo está casi obligado a elegir para su vida lo opuesto a nuestro deseo como padre. Incluso conozco un caso en el que el buen hombre vio un talento artístico en su hijo y lo impulsó a estudiar arte. Le dijo que se quedara tranquilo, que lo apoyaría aún cuando él sabía que el futuro sería difícil. Su hijo dejó la escuela de arte y se metió para administración de empresas.
Ser padre es una decisión irrevocable, de consecuencias de por vida y sobre todo, condenada al fracaso. Qué ironía que nosotros mismos nos prestemos a ello.
Lo peor de todo, es que la relación padre-hijo es intrínsecamente antinatural. No es como cualquier otra relación donde uno al menos elige con quién relacionarse. Yo elijo mis amigos, elijo la mujer con la que pasar el resto de mi vida y elijo cuando divorciarme de ella también. He ahí un gran avance de la sociedad: el divorcio. Y la pregunta que me agobia es cómo es que se cae en la gran hipocresía de admitir que es imposible (o al menos posible que no se pueda) mantener amor eterno por tu mujer/marido (al que por cierto se elige con anterioridad) y aún así seguir con la idea de que un padre tiene que amar incondicionalmente a un hijo. ¿Cómo es posible que se siga creyendo que tal cosa es siquiera posible? Y es que amar a los hijos es mas que un simple sentimiento (L. Serrat), es una obligación y como tal, no puede pensarse que no va a ser resistida.
No busco caer en una paupérrima generalización, no es mi intención describir normativamente lo que yo entiendo por paternidad, es menester aceptar que existen las veces en que padre e hijo se llevan relativamente bien y hasta los hay los que se consideran amigos. Pero más que ejemplificar que el azar existe donde la excepción hace la regla, tales casos sólo dibujan la fina línea que existe entre ser un padre bueno y ser un buen padre. Seguramente aquellos que derrochan halagos propios en el deleite de una buena relación sólo hayan logrado una tibia amistad al costo de abandonar el papel de padre. Se piensan una relación más sincera, y tal vez lo sea, pero siempre estará condicionada por el hecho de que uno es la mitad genéticamente del otro, aunque ese otro prefiera omitirlo.
Que debería existir el divorcio de hijo, no me queda la menor duda. Poder poner un fin sano a una relación que no va ni para delante ni para atrás me parece lo más sensato. Algunos podrían decir que se perdería la esencia de la paternidad pero es hasta probable que quitándole el carácter de compromiso, y sin la presión que esto conlleva, se pueda desarrollar una relación mucho más disfrutable. Y si no, si te he visto no me acuerdo.

3.8.09

sobre un proyecto de escritura...

i dont care if monday is blue...

Otro lunes, otro post. Mis amigas se fueron, me despierto sola otra vez.
A ver, sí faltaban palabras, muchas gracias Lis, y sí, la mitad de las cosas pueden no entenderse, pero no sé cúales particularmente. Quise escribir corto y sencillo y así salió. Si me pongo a explicar cada cosa... En un momento sé que uso... palabras que tal vez no son tan conocidas, como alimaña o teleñeco, pero existen! No se usan acá, como random o boli que de vez en cuando se me escapan en la vida normal, pero es jerga rutera y nosé, me sale así y no quiero sacarlas, pero tampoco explicarlas... Debería sacarlas, pero no! Son como... es la apropiación de la ruta, hablar en rutero...
Qué son monitores, y material.... Si lo explico se corta el texto... Algunas partes... que bueno, sí, creo que las entendería yo y un par más, ni siquiera todos mis compañeros, así que traté de expandirme un poco sin cortar. Pero no se va a entender todo. Nunca se va a entender todo... Pensé en subir un par de fotos del viaje, de alguno de los momentos de los que hablo, pero no aportarían nada particular al texto. Tal vez suba alguna, pero solo porque sí.
Va a haber quiebres, obviamente, no es un relato lineal, ni cronológico, ni completo, ni nada. Son simplemente... aristas, pequeños recuerdos que tocan la superficie de algo más grande.
No emi, ¡no es a Machu Pichu mi viaje! =P jaja Pensé que había quedado claro cuando hablo de la ciudad de Mexico! Bueno, tal vez no quedó tan claro... Mi amiga fue a Machu Pichu en el 2005 con la Ruta ese año. Ahí me enteré de la beca y me moría por participar, ¡me moría por ir a Machu Pichu! Pero era su viaje, no hubiera podido conmigo misma si ganaba y le quitaba el viaje o si perdía y ella ganaba o si las dos perdiamos... Eran demasiados escenarios de una situación lose-lose. Así que esperé al año siguiente, cuando era mi última posibilidad y gané. Y me fui. Y era Mexico y no Perú, y eran piramides y Acapulco en vez de Machu Pichu y unas líneas.
Después, con amigos de la Ruta sea dicho de paso, fui a Cuzco y todo. Por eso lo de ya tocaría Machu Pichu, pero mi Ruta no fue a Peru, fue a Mexico.
El relato es desordenado y está en clave Ruta, pero no se me ocurre otra cosa. No será una brillantez, si es que existe tal palabra, ni una genialidad. Como dijo alguien una vez: No puedo pedir que el invierno perdone a un rosal, No puedo pedir a los olmos que entreguen peras...
No sé cúal sería la segunda historia, ¡diario de una pasión tampoco tiene una segunda historia y ganó un oscar! Es simplemente un viaje que estaba armado y que a veces parecía un boot camp, pero que a medida que pasaban los días te lo ibas apropiando. Por eso es que terminé escribiendo un camino de heroe, (diría que me decidí por ello, pero en realidad me salió así) La idea de amigos, enemigos y pruebas... Era eso. La Ruta era eso. Era estar en medio camino a la cima de otro volcán y que baje un guardaparques a decir que improvisemos campamento ahí, que más arriba había "emanaciones" de azufre toxicas. Era evacuar campamento porque había una serpiente de esas rojas rojas que te matan. Era improvisación, eran compañeros, eran malos días, eran buenos días tía maría. Traté de que en cada fragmento se visualice el paso del camino del heroe en cuestión. En mundo ordinario (El mundo normal del héroe antes de que la historia comience.) exageré la rutina de un mal día pellegrinense (a proposito ciudad + inglés). No pretendo que se entienda lo de la escalera, es chiste interno, tampoco es central, simplemente un elemento más. En llamado de la aventura (Al héroe se le presenta un desafío o aventura) jugué con la idea del llamado y me puse a hablar por telefono en un dialogo no pausado y simplemente deslicé la idea del viaje y el trabajo, en este momento realizados por mi amiga. En rechazo del llamado (El héroe rechaza el desafío o aventura, principalmente por miedo al cambio) simplemente nombro las razones por las que no realizo el trabajo en ese 2005 y en ayuda sobrenatural (El héroe encuentra un mentor que lo hace aceptar el llamado y lo informa y entrena para su aventura o desafío.) me invento un sueño. Y así. Cada parte es cómo yo fui interpretando el camino del heroe en la Ruta, con el vocabulario a veces soy rutera para demostrar esa apropiación y a lo largo del texto intento simplemente decir que es por la Ruta que hoy sé cosinar arepas, contar hasta diez en sueco y armar un iglú. Mentira, ya sabía armar un iglú. Simplemente quiero decir que todo esto nació con las ganas de superarme, que me ezforcé , que me lo gané, y que es el día de hoy que la RUTA QUETZAL es, por lejos lo mejor que me pasó en la vida.

20.7.09

Proyecto de narración

Pensar un poco en la Ruta me hace sentir mal e incompleta. Bien, me hace recordar la tierna adolescencia.
Al final, luego de dar un par de vueltas en mi cabez y escribir desaforadamente mil cosas, terminé por adoptar los 12 pasos del camino del héroe a la Ruta.
No hay forma de escribir sobre la Ruta y sentirse satisfecho. Siempre hay más. Como Funes, hablar de un día me lleva un día. Así que, abordé el tema desde el camino del héroe lo que me permitió escribir sobre esos pequeños momentos que hoy, años después (el 2 de agosto se cumplen dos años) los recuerdo agigantados.
Este sería un primer borrador sin revisar. La idea sería en los apartados donde se hace referencia a lugares particulares agregar algo de información sobre el lugar y el motivo de la visita. ¡Pero son seis páginas! Yo no sé cuanto había que escribir pero siento que me falta mucho y siento que no puedo terminar de cerrar la idea.
¿Dije que es la Ruta? No. La ruta queztal es un proyecto, una beca educativa orientada a chicos de 16, 17 años de españa , de ámerica y demás europa que hablen castellano. Son 46 días de viaje, mi edición fue a Mexico y España pero los destinos cambian todos los años según los temas que se eligen para concursar. Mi año: La Nao de la China. Influencia de la cultura china en la cultura mexicana. Conocen Puebla? Y el traje típico mexicano? Buenooo... de ahí vienen nomás.
Es todo muy raro y bizarro para que se entienda, y menos en un par de líneas. Pero lo que más quiero destacar es que la Ruta es algo muy fuerte, un sentimiento que no se termina nunca, un viaje que no se termina nunca.
Mañana llegan unas amigas suecas, de la ruta. Y en diciembre me voy a Panama y a Venezuela, con amigos de la ruta.
Quería que en el texto se vean esos pequeños momentos que hacen de la Ruta la Ruta. Y podría decir mil cosas más y escribir mil hojas más, porque de hecho, hablo de ciertas cosas pero nunca ni un día completo. ¡Con lo locos que eran los días allá! Con decir que tengo mi foto con el Rey o Juancito Carlos como le digo yo.
Acá están, estos son. Doce pasos en los que me apropié de un viaje y marcó un antes y un después.

Mundo Ordinario

Ocho de la mañana y el cielo era gris. Ocho y media y el ruido del microondas le parecía desaforadamente aturdidor para esa hora. Desayuno y eran las nueve. Ella por la ventanilla se extrañaba de lo poco emocionante de la vida citadina. Once y media y Ciudad Universitaria nunca se vio tan triste. Decidió no correr el 37 y doce y cuarto estaba sentada en los asientos del fondo. No se acordaba por qué no le gustaba sentarse ahí. Lomo de burro y entendió. Una y media en clase de inglés. Third Conditional y Passive Voice, un chiste previsible y una canción. Tres y cuarto cuando se quemó la lengua con el café pero recién tres y veinte se dio cuenta de que le dolería todo el día. A las cuatro empezó a caminar y a las cuatro y media casi la pisa una moto. Eran las cinco y se tiró en la plaza de la esquina, en la lomita del fondo a esperar los veinte minutos que faltaban. Cinco y media y el Pelle cortaba Alvear. Una par de la Guardia Urbana intentaban contener la manada adolescente y al ver su poca disuasión se acordó de una palabra: Useless. Seis y cuarto y pensaba en la hora. Seis y media en recreo adelantado pasa por el cuartito a tomar unos mates. Emboca la cara de Altamira y le festejan el 0,8 puntos. Siete y cuarto en gestión de las organizaciones fingía escucharlo pero no dejaba de preguntarse si alguna vez su concentración le permitiría prestar atención a esa materia berreta. Ocho y veinte y al grito de los preceptores indiferencia. Ocho y veinticinco al pedido de Robert una sonrisa y adentro. Nueve menos veinte sin profesora con lluvia ¡pero esta vez se inunda el patio! Un par se atragantan en la ventana, juegos de remolino. Nueve y cuarto el cielo se caía afuera y Derecho Comercial sonaba a chiste. Las risas no se dejaban disimular. Diez en punto en la escalera con calidad todos juntos todos los días una felicidad rutinaria que dibujaba una sonrisa. Sonriendo cuando la mojó un 12 que pasó demasiado cerca y ya sino sonrisa pensó en qué bueno sería que ser feliz no significara una escalera y su vida no fuera tan plomiza como ese día.

Llamado a la aventura.

... sí a Machu Pichu. ¡Ay, qué ganas! Decímelo a mi. Pero ahora tengo trabajo. Pero podés venir igual. No, no... ¡Tengo que ir a la biblioteca te dije! Pero un ratito... Si a la noche igual no está abierta la Nacional. Pero no. No, tengo que escribir porque sino no llego. ¿Y mañana?¿Nos vemos mañana? Mirá, mañana tengo que ir al Museo Etnográfico y abre a la tarde y como no tiene fotocopiadora...¡ Ay chabona! ¡Así no te voy a ver nunca más! ¡Me abandonás por un trabajo y un viajesucho! Me parece que alguien necesita un poco de cariño... ¡Y no es un viajesucho! Mañana venite a la noche y vamos a un bar de acá a la vuelta, a Crónico que a vos te gusta el mozo. Ja ja Dale, quedamos así. Que te quiero. Que yo también.

Reticencia.

Ella también quería. (¿quería?) Cuando no escuchó más que el tono de fondo, igual se quedó sentada en la misma posición. Se sintió celosa y con ganas de ganarse ella la beca. Pero solo ganaban tres, si ella le robaba a su amiga su viaje nunca se lo iba a perdonar. ¿Qué necesitaba más, su amiga o su sueño? Y también estaba el miedo. Sentía una euforia que sólo él podía causar, un miedo de sólo pensarlo. Ella sola entre un montón de gente. Sola. Y lejos. Sola muy lejos. Era su sueño y por condición necesaria para ser sueño no cabía en sí de miedo. Ya habría otros viajes pero no otras Manuelas Luz. Ya iría a Machu Pichu y ya vendría la Ruta para ella también.
Ayuda sobrenatural.

Estaba en un barco que se deslizaba por un manto negro, negro impenetrable negro. El cielo era violáceo, de un violeta que sorprendentemente no le llamaba la atención. Ella estaba sentada en la proa (¿o era la popa?) vestida con esas ropas ridículamente amarillas. Sintió mucho miedo de que sus botas que pesaban piedra se le deslizaran del pie y cayeran. Un miedo que desapareció al grito animal. Su amiga se sentó a su lado y ella la miró. Estuvieron tanto tiempo escuchando la selva que se olvidó de dónde estaba y desde hace cuánto estaba. Parecía simplemente que estar ahí era pasado, su presente y su futuro. ¿Vas a hacerlo, no? Ella sonrió y el cielo ya no era violeta. Sí, voy a hacerlo.

Cruce del umbral.

Desde que ella sabía quién era y sus juguetes no eran más que un recuerdo arcaico de esos tiempos que se sienten pero no se recuerdan, nunca se había a un avión. Pensó que talvez era por eso que sentía ese cosquilleo en la punta de los dedos. Los carteles de perfumes en inglés le hacían pensar cuán extranjero parecía esa primera puerta a la Argentina. Si fuera de afuera, llegara a Ezeiza y viera esto, me sentiría como en casa. Pensó que en realidad su viaje ya había empezado. Ella que era de adentro se sentía afuera.
Saludó a sus compañeros de viaje e intentó no prejuzgar. Pero la rubia del interior que odiaba Buenos Aires era demasiado para una sonrisa de verdad. Probó con una falsa y funcionó. De Concepción del Uruguay le dijo y ella fingió saber dónde estaba. Entre Ríos agregó y ella se acordó de lo mala mentirosa que era.
Última foto y un saludo. Lloró pero sólo porque pensó que eso era lo que tenía que hacer. Hasta que en un momento ella misma se creyó sus lágrimas no por los que dejaba atrás sino por no saber que había detrás de la puerta. Pensar que estaría un mes y medio del otro lado de esa exacta puerta la estimulaba. Ahí estaba, esto era. Se acomodó la mochila al hombro y toda pintada de verde dio ese primer paso. Ya no miró atrás.

Mañana inusual para invierno porteño. La humedad del aire parecía condensarse en la ligera llovizna que molestaba pero casi no mojaba. Le costó acostumbrarse al calor. No tanto como al polaco pero definitivamente más que a los venezolanos. Respiro hondo el aire de ciudad. Se sentía tanto a Buenos Aires.
Todo le parecía gris, como si en ese rincón del mundo hubiera más tonos. Pensó que talvez el blanco y negro no existían en la capital. Por qué no. Y se asombró de que sí.
Sentada en el tránsito de las ocho de la mañana siempre en la misma autopista pensó llegar por acceso norte a Pilar pero la desconcertó un museo u un zócalo.
Se bajó de la Guagua o la bajaron y en medio de un mundo de gente se dio cuenta de que nunca había estado en ese lugar. Una plaza más tirando a grande que a chica, más tirando a fea que a linda, más tirando a céntrica que a lo que ella estaba acostumbrada. En una punta, una Catedral (La Catedral) que se imponía con el peso de Dios. Sobre otro costado lo que quedaba del centro de poder de antaño. Esa estructura que perdió funcionalidad y , sufridas las mutilaciones previstas, pasó a ser las ruinas históricas que ahí estaban.
Procesión obligada alrededor de la pirámide del centro de la plaza, en un círculo que se volvió amarillo, como ella, y divertido, como ella necesitaba que fuera.
Sonrió con otra chica amarilla mientras sacaba sus primeras fotos. Pensó que México no estaba nada mal.

Pruebas, aliados, enemigos.

Todavía era de noche afuera cuando ya era hora de despertarse. No tenía reloj pero no le hacía falta, sabía que eran las cuatro de la mañana. Sintió frío. ¿Qué pasó con el verano tropical?
Su compañera de tienda se levantó en un movimiento brusco y en dos más ya había guardado todo en la mochila y salió a desarmar la tienda. Ella se dignó a abrir los ojos y mientras estaba tirada todavía en su sobre, dedicó unos momentos a mirar la sombra quitando piquetas y desarmando varillas. Pensó en decirlo que no era necesario apurarse tanto aunque en realidad ella no sabía si eso era verdad. Es más, a juzgar por las luces de linterna que azarosamente recorrían el paño azul desde afuera, era probable que ya hayan estado despiertos todos los demás.
Cuando su compañera empezó a desarmar el iglú persé con todo y ella adentro, pensó en decirle que ya salía, que la ayudaba, que no hacía falta apurarse tanto. Hasta empezó a decirlo cuando se acordó que esa chica de Dinamarca no entendía una palabra de español. Miró el diccionario pesadísimo que generalmente ocupaba una esquina de la tienda y que ocasionalmente ella robaba para usar debajo de la almohada para que sea más alta, pero pensó que iba a tardar más buscando cada palabra e imaginando como pronunciarla que simplemente levantándose. Obstáculos entre ella y la felicidad. Sintió que para todo había cada vez más obstáculos.

Allisol le mostró que caminar descalza era más cómodo y ella, dubitativa, se sacó las botas. Dio un par de pasos y Allisol sonrió, como ver a Bambi aprender a caminar, dijo. Cuando se acostumbró a las piedras bajo la piel le prometió a su amiga ir a visitarla a Guinea y caminar descalzas por allá también. Era una promesa que en ese momento sonó a alegría y aunque sabían que no se iba a poder mantener, la tomaron como vino, como un deseo del corazón y se fundieron con el camino.


Patzcuaro era un pueblo donde no había estuches de lentes de contacto. Ella llevaba 5 días con las lentes puestas y tenía una necesidad imperiosa de sacaselas que no logró satisfacer aunque intentó ahogarla con una cantimplora de agua de Jamaica.
Igual disfrutó de su tiempo libre corriendo con Venezuela por las callejuelas que bajaban a la plaza del teatro y llegaron justo para una marcha interminable de música folclórica que disfrutaron de reojo desde las risas del café de la otra esquina. Fue ahí, entre icebergs y teleñecos, con los fuegos artificiales de fondo que se enamoró de España.

La primera vez se escondió tras la excusa del diario y la segunda contestó con un sí y dos no. La tercera ella misma se animó a dar charla sobre el clima y para la cuarta ya hacían muecas para la misma cámara. Esos teléfonos públicos que poco importaban a los lugareños se convertían en objeto de deseo de todas las alimañas y ella como tal no era la excepción. Haciendo fila podían pasar horas pero cada vez se sentía menos. Con amigos es mucho mejor y aprendió que si no los hay, mejor hacerlos. Cuenta la leyenda que un día el teléfono quedaba en la misma cuadra del banco del pueblo y que al usual desconcierto se le sumó una señora que se acercó y con mucho cuidado preguntó ¿contra qué protestan?

Alcanzó el sueño a las 2 de la mañana, cuando el cielo ya parecía amenazador. Pero la prepotencia de sentirse en un fuerte evitó que nadie dijera nada de la amenaza, una lluviecita no se atrevería. Pero el cielo se cayó y ella escondida bajo su capa amarilla se sintió seca y cansada. Pensó en quedarse ahí arriba durmiendo sobre el aislante y cubriendo sus cosas pero los truenos lo iluminaban todo. Ella sin conocer los caprichos de la naturaleza en ese punto del mapa decidió acompañar a sus compañeros que se escapaban de cada punta de la estrella. Le tocó esconderse en la sala del agujero, esa que dejaba ver los rastros de pasadas ruinas de un pasado colonial, de esa primer colonia. Le tocó dormir en el puente de vidrio, al lado del vacío. Si no me despierto arriba de ese cañón, mañana fiesta. Pero no todas fueron buenas cuando la mañana siguiente se despertó ella y todas sus cosas a salvo. Una chica cualquiera, desprolijo su paso, sin querer dejó caer su cantimplora. Ella la miró caer y se reprochó: no cantes victoria antes de tiempo.

Él fue a buscarla pero no se animó a nada más. Ella se sorprendió de su llegada y le ofreció lo único que tenía para comer, leche condensada del desayuno militar. Él aceptó y se sentaron en la oscuridad de la tienda prestada. Comieron en silencio y sin prender las linternas. Él la miró y ella se sonrojó. Se sintió muy tonta y le dio un beso. Él le contestó y ella se enamoró aún más de España.

Es la Ruta y a seguir. Que no fotos, que no me importa, que sin tiempo libre. Dormían de a cinco horas y subían volcanes como tarea diaria y ella les perdonó el malhumor. Pero estos monitores se agarraban con los ruteros, diversión a costa de alimañas. Rodilla rota lo sufrió. Que no te creo, que te lleves tu mochila, que no me importa. Y el médico agregó algo de prepotencia y un consejo: llevar la mochila, por la propaganda viste, pero vacía. Y sin lugar donde vaciarla. Ella incrédula no hizo más que ponerse roja por fuera aunque el odio y la bronca le hacían gritar por dentro tan, tan fuerte que tuvo que parar porque le dolían los oídos. Entendió el “Dios bendiga a la Ruta Quetzal y al banco BBVA” que rezaban algunos gallegos en sus diarios. En este mundo propagandistico donde no importaba la comodidad ni la historia médica se callo a si misma. Es la Ruta y a seguir.
Desde el principio estuvo entonces en la lista negra de rebeldes con causa. Lo peor fue cuando los encontraron en una tienda perdida entre las demás. Unos besos que le costaron una semana de ayudar a la cocinera y bajar los instrumentos cada vez que los del aula de música se les ocurría ensayar.
El otro castigo no resultó tal. Llegaron antes a Technotitlán, antes que todo el grupo que se quedó para una conferencia: Desarrollo y Evolución del caballo en América. Ella era chica y los chicos machistas, por lo que se fue a subir escaleras mientras bajaban un pesadísimo globo aerostático. Verlo inflarse lentamente fue monótono pero impresionante. De fondo una selva y unas pirámides, pájaros y sus cantos y pensó: es la Ruta.

Muchas veces uno siente que está en una película y ella en ese momento lo pensó. Faltaría música de fondo pero la base está. Alimañas vestidas de aventura con botas y camisa a tono. Con linternas y por túneles que más que transitables parecían pasadisos hechos para el escondite. Esas dos le daban vida a los recovecos que iluminaban.¿Indiana Jones era británico? No, no podemos contarlo como orgullo nacional. Risas. Más risas. Y fotos. Más fotos. Todo era más divertido con acento inglés. Bajo esa montañas sagrada que los estudiosos habían convertido en queso gruyere, esas dos sellaron una amistad que habría de soportar todo el Atlántico en medio.

Prueba traumática.

Cansada. Sólo podía pensar en lo cansada que estaba y en el dolor. ¡Cuanto dolor! Nunca había sentido como todo su cuerpo sentía desfallecer a cada momento, como cada paso en falso la hacía querer tirarse en el piso y no moverse más. Si no lo hizo fue por orgullo más que otra cosa. Aunque quisiera abandonar, tampoco la iban a dejar. Ella estaba acompañada y ahí, a medio camino entre el crater y la nada, las piedras en las botas le hicieron descubrir cuán fuerte podía llegar a ser.
Es cierto, tuvo que tirar su almuerzo apenas comenzada la caminata por que el peso de las mochilas no la dejaban avanzar.
Cansancio, hambre, ampollas, el mal de Monctezuma y el miedo a las alturas para llegar a la cima con la suela medio derretida, el pelo indescriptiblemente sucio y ganas de una erupción que nunca pasó. Fue un mediodía con mucho apetito y poca comida. El tiempo se enmudeció en relajación y panorámicas. Kilómetros al horizonte y el próximo destino, a pie por cierto, a penas se llegaba a vislumbrar en una esquina del mundo. Ahí sentada pudo ver el paisaje con ojos atenienses y llamarse Isabella. Porque aún sintiéndose desfallecer por el cansancio de la caminata y sabiendo todo lo que aún faltaba, sentada en esa piedra anónima ella se sintió completa y se sintió feliz. Se sintió en la Ruta y sonrió.

Recompensa

Era un punto en el mapa y en realidad no eran más que un par de cuadras alrededor de una iglesia, solo un pueblo escondido. Era un carnaval con todo y máscaras, orquesta y serpentinas, niños corriendo y abuelos en los portales. Era una postal de fiesta y alegría al compás de la música que se mezclaba en el aire con el olor de la comida. Una experiencia en cinco sentidos. Un festín preparado para esos extraños visitantes que inundaron aquel pueblo cubriéndolo todo de amarillo.
Era una comida después de un día sin comer y una ducha después de una jornada de caminata. Era una iglesia que hizo de hogar y un sueño reparador que borró todos los dolores y dejó para siempre una marca. Era Zacán.

El camino de vuelta

Las últimas horas fueron las más difíciles. Eran horas de saber que todo había terminado cuando ella todavía estaba rodeada de todo. Era extrañar y saber que eso nunca se iba a terminar. Deseaba tanto quedarse ahí. Deseaba tanto que fuera el día anterior por siempre, cuando todavía era fiesta y no tendencias suicidas lo que sentía. Estaba ahí y sabía que ese exactamente el lugar donde quería estar siempre. Una bandera y una firma, un saludo y una foto. Esas fotos que ya no se sentían a mickey mouse sino que comprendían amistad. Un último adiós y una promesa Rosebud rutera. Cartas y llamadas que se regalaban con un te quiero.
Ella se escondió del mundo un momento, necesitaba parar el tiempo dos segundos para darse cuenta que bien podría ser todo un sueño, que igual se terminaría al amanecer. Se permitió una sonrisa y se repitió en voz baja la frase del día: No llores porque terminó, alégrate de que sucedió.
Se colgó de caballeros y se besó con otros no tanto. Todo se terminaba, todo se terminaba. Se prometió un viaje al mediterráneo y unas vacaciones por Venezuela, un San Fermín de los mejores y un Madrid en pleno invierno. Se creyó poder ir a China, siempre que pasara primero por Marruecos. Una casa en Lituania y Eslovenia le ofreció dos. Colombia la soborno con la promesa de café y Holanda le recordó su quinta con caballos.
Pintarrajeada de afectos y cubierta de banderines estaba destruida por los vaivenes del viaje. Envuelta en un abrazo se largó a llorar. Se sintió muy maricona mientras el sol anunciaba el final y ella sentada en el bus no podía hacer nada más que llorar.

Resurrección.

Afuera podía ser Costa Rica, Gesell o el Tigre. Era Costa Rica, pero solo de casualidad. Poco importaba en realidad que pasaba fuera de esas cuatro paredes, puertas para afuera podía estar cayéndose el mundo y a ella no le interesaba. Ese momento era el que la había permitido vivir durante tanto tiempo. La sola idea de estar ahí la hacía sonreir.
Era feliz. Estaba rodeada de mochilas verdes, tal como lo había idealizado. Pensó en su mochila verde. Tanto tiempo escondida en el fondo del placard y en lo feliz que debía sentirse de estar ahí con sus hermanas. Ella se rió fuerte y claro. Si estaba pensando en la felicidad de las mochilas podía declararse oficialmente en estado de extasis, ese estado que no sentía desde... Pensó en la Ruta y miró sus botas. La Ruta. Se miró la camiseta. La Ruta. Miró a su alrededor. La Ruta. Sonrió. Ya no tenía que recordar ni revivir en su memoria, en ese momento se dio cuenta que no importaban cuanto habría que esperar, siempre habría un siguiente encuentro.

Exilir.

Estaba en Ezeiza una vez más. Ezeiza tan feliz Ezeiza. Corrió hasta que encontró la puerta. Esperó. Pensó en el tiempo que había pasado. Y esperó. Se acordó de los desayunos a la mañana y de las cenas en la oscuridad. Y esperó. Se acordó de Boadilla y ya no podía esperar más.
Sacó el cartel de bienvenida y con orgullo, sabía que había quedado lindo. Ahí estaba. 370 días desde la última vez. 60 lunes había sufrido despertándose sin Venezuela al lado.
Un vistazo y no hubo vuelta atrás. No se quitaron los ojos de encima mientras corrieron al encuentro. Un impacto y un abrazo, unas lágrimas y aún más risas. Pensó en cómo antes se preocupaba por si se seguirían queriendo como antes y como entonces entendió que no había espacio para la duda. Se querían como si el tiempo se hubiera detenido. Durante tres semanas fueron una. Arepas y asado pero mate sobre todo. Fiestas y un cumpleaños. Durante toda la estadía Venezuela se la confundió hermana y cuando ella dejaba Ezeiza sola, se dio cuenta que Venezuela siempre estuvo cerca.



Fin??

13.7.09

Esta semana fue de vacaciones... y no debería haber sido, porque la que viene llega una amiga de Suecia, así que intentaré esta semana hacer todo lo posible... Veamos, igual conseguí compañero de blog! Emiliano.. que raro, para no perder la costumbre.
De los territorios que compré, porque eran los estaban en ese momento y como después cerraron la fotocopiadora no pude comprar los que faltaban, no encontré nada que me "inspire"? No sé tampoco qué buscar en los territorios.... Un estilo? Una situación? Una estructura? ¿No es la idea que yo haga todo eso?
Como no pude comprar el territorio d e Misiones porque estaba cerrada the fotocopy place, dije ya fue y compré el libro de Caparrós, prometo empezar a hojearlo.
Por lo pronto empecé a leer un libro sobre la Ruta Quetzal de los 20 años, llorando en los colectivos y me paseé por los blogs de EL PAÏS que todos los años lleva un periodista a la expedición, quién va relatando las cosas día a día. No me acordaba de haber hablado con ellos en realidad, pero parece que sí.
Me decidí por escribirlo como un diario de viaje, voy a tratar de poner las fechas de verdad por lo que recurrí a mi verdadero diario, al que estuve hojeando y que me provocó nuevamente más lágrimas. Eso me asusta. No se si voy a poder escribir lo que de verdad me pasa cuando me agarra el amor. Cuando hablo una hora a Caracas y recibo mails de Eslovenia, planeo mis viajes con amigos de Praga y voy al Tortoni con mi amiga de Chipre. ¿Cómo hacerle justicia a un viaje que me cambió la vida? Un viaje que no hace más que cambiarme la percepción que tengo del mundo y de mi lugar, que hace que cuando camino de noche por Buenos Aires piense en otras ciudades, en que en tal lado es tal hora y que en tal otro es verano, no invierno.
Al ser diario de viaje puedo jugar con una estructura que no es tan determinante, no voy a tener que fozarme con frases introductorias ("al día siguiente cuando íbamos para Guanajuato" ¬¬) que siempre me suenan a separador de película de los Beatles, (especialmente Help!)
Al menos una entrada voy a pensarla como la consigna del "como si fuera un viaje e el tiempo a partir de la visita a ruinas" (pág 34 del cuadernillo no ladrillo), ya que estuve en algunos lugares copados. El ejemplo es sobre las piramides, pero tuve mejores anecdotas en el fuerte de Acapulco, en el Templo mayor azteca o en Tehotihuacan... Nosé, supongo que eligiré alguna.
Quería que el personaje no tuviera 16 años, pero muchas de las cosas que me salen de ese viaje tienen sentido a esa edad, el viaje está pensado para gente de esa edad. No sé. Podría ser un monitor que son más grandes, pero no puedo tener una idea de lo que es ser monitor (coordinador) para poder escribir sobre las experiencias de ese ángulo.
Voy a no hacer una introducción explicando el viaje. O tal vez sí. ¡Odio decidir de antemano!
Conclusión final: Sólo sé que no sé nada.

6.7.09

sobre el proyecto de escritura

¿Qué voy a contar?
Buena pregunta....

En principio la respuesta es muuy simple: no sé.

Pero pienso en viaje y escritura y hay sólo una cosa de la que quiero hablar: La ruta.
Vamos, si hasta pensé en hacerme un tatuaje hasta que me acordé que me desmayo cada vez que sacan sangre.
¿Homenaje? Tal vez
¿Melancolía? Puede ser
¿Mucho tiempo en Buenos Aires? Me rio de mi misma

Pero cuando planeo mi vida en torno a un viaje que ya pasó, cuando tengo en cada aspecto de la rutina algo que me recuerda a ese otro mundo mío me doy cuenta que mi trauma es más importante de lo que me gustaría admitir y ¿qué mejor excusa para recordarlo que tener que escribir sobre viajes?
Así que acá estoy, sin saber mucho de "Mi proyecto narrativo"... Podría ser tema la vaca... En Mexico y con la excusa de la Nao de la China.
¡Pero en el cuadernillo de China habla de chinos! mmm pero está buena la idea de que el personaje/a escriba poesía como el último texto. ¡Pero yo no sé escribir poesía! Pero puedo intentar. Pero ¿me voy a arriesgar a algo qué no me llama ni nunca me llamó? ¿Cómo que nunca te llamó? ¿Y Campos de Castilla? Pero volvemos a lo mismo: La ruta. Trauma. Tengo que escribir sobre la ruta. Es lo único que tengo claro.
Y que el personaje no va a ser autobiografico. Perhaps en primera persona, pero definitivamente no autobiografico. Pero se basa en una experiencia muy fuerte tuya. Pero no quiero limitarme a mi. Podría ser la amiga... ¿Y si es un hombre el protagonista? Podría ser. ¿En quién me basaría? ¿En Rubén? Lo tengo que llamar a Rubén mañana que empìeza San Fermín. ¡Que ganas de ir a San Fermín!
Si va a ser un diario de viajero tiene que estar en orden cronológico. ¿Y si lo escribo al revés? Tendría q verse un progreso, ¿pero en qué sentido? Y ¿lo va a ver el protagonista o se entiende en la lectura? ¿Y si termina con una carta sin destino (pág 27 del cuadernillo-no-ladrillo)?
Sumar un como si, detalles , detalles, muchos detalles. Descripción. La sensación gris del DF y yo sentirme tan amarilla, la sal del Pacifico, el calor de Acapulco, ¿euro? ¿qué es un euro? el caracol púrpura, ¡como los fenicios! El pájaro yiyu-yiyu, la chinita de amor, cantimplora en la cadera.
¿Camino del heroe? ¿Y como lo meto a Ulises barra Odiseo?

Tema: La Nao de la China.
Territorio: ¿?¿?¿??

?¿?¿?¿?

exacto.

3.7.09

Libros y gripe A, toda una paranoia

(Juro que no soy fan de rep)

2.7.09

Después de los comicios, un poco de humor no viene mal...

30.6.09

San Telmo, un lugar cuanto menos inusual



Defensa es una callecita que nace en plaza de Mayo. Durante la semana se comporta como toda calle céntrica, con sus veredas angostas que provocan esa sensación de peligro en los visitantes. No ya en los cadetes ni los mozos que logran estar siempre muy apurados sin tirar nada, no. Uno puede diferenciar al caminante usual del visitante. Yo siempre soy visitante. Si la obligación me lleva a una tarde céntrica, nunca una mañana, yo soy de las que tiene la guía en la mano, la que siempre mira para todos lados y camina a ritmo supersónico evitando los obstáculos que en el centro, obvio, se multiplican a cada cuadra.

Pero Defensa es diferente a las demás callecitas tristes del centro. Tiene una personalidad multifacética y así como durante la semana aloja alienados del mundo de los negocios, durante el fin de semana su fauna es radicalmente distinta. Los domingos Defensa se convierte en San Telmo. Una feria diferente a las demás donde no hay puestos formales ni sobran artesanías y que, sin embargo, actúa como imán de turistas y locales.

Todos los domingos, en la calle Defensa se respira el olor a incienso de San Telmo. Abrazos gratis y muebles a precios exorbitantes. Artesanías, cueros, chucherías. Diarios viejos, juguetes viejos, billetes viejos. ¿Viejos? Añejos suena mejor. En San Telmo todo vale y todo está a la venta. Y es que la historia de esta feria está ligada a la historia mas reciente de la nación. Después de recibir el milenio, momento tan especulado de la historia, en la ciudad todos fantaseaban con poder llegar al mañana y un grupo de vecinos, como en tantos otros lugares de Buenos Aires, bajaron a la calle y se sentaron a vender su vida. En San Telmo todo vale y todo está a la venta. Represión policial que iba y venía y una perseverancia que no se fue nunca pintaron a la feria en el mapa cultural de la ciudad. San Telmo se convirtió en resistencia, en exótico, en bohemio, en bizarro.
Desde temprano los feriantes ocupan su lugar, algunos con sus mantitas, otros con su mesita. Estéticamente, San Telmo no tiene estética. Ecléticamente, San Telmo es todo y tal vez esa sea su esencia. Sin embargo, hay una característica que salta a la vista. Tal vez, y sólo tal vez, sea el lugar de menor densidad de argentinos del país. No son datos oficiales, es sólo boca de urna, pero cuanto menos los extranjeros se hacen sentir. Rubios y casi albinos, inglés con sus erres particulares, francés y la respuesta obligada yo no compré pá. La importante presencia de portadores de dólares, euros y demás divisas imponen en el aire un clima de oportunismo y la curiosa necesidad de ser casi bilingüe de los puesteros. Precios pasados a dólares y carteles de exchange money adornan la vista acá más que en cualquier otro lugar de la ciudad.

En San Telmo no hay que hacer esfuerzo para extrañarse. Ni siquiera de las obras en construcción que desde enero agregan un color local a la feria, obras eternas que dificultan el paso y ensucian la calle, que podrían parecer extrañas a los habitantes de otras ciudades y que sólo a nosotros se nos desdibujan a fuerza de costumbre.
En uno de los barrios primeros y más característicos de Buenos Aires uno esperaría una movida más tradicional. Y si bien es cierto que no falta el espectáculo tanguero con presentación bilingüe, eso es sólo una faceta de todas las caras que se fusionan en este espacio que termina siendo tan argentino y tan extranjero que se vuelve paseo obligado para todos. No es de nadie y no pertenece a ninguna categoría preestablecida, San Telmo nos extraña y nos gusta, nos resulta conocido de una manera paradójica. Argentinos como forasteros, extranjeros como locales, los domingos en Defensa al 600 todos nos parecemos, termo en mano y alpargatas en los pies, las costumbres y las vestimentas fusionan a los visitantes de la feria.

En un ida y vuelta se puede encontrar de todo. Colores, mimos, jazz y tango. En San Telmo todo se cohesiona en un nosequé que hace de una tarde una inusual experiencia.

Una forma particular de leer (X)

La representación del mundo en mapas, diagramas, fórmulas, imágenes y textos de David Olson

El mundo sobre papel.

Galileo creía en la importancia de apartarse de los libros para estudiar las cosas en sí mismas, eventualmente sabemos esto gracias a los mismos libros.
A partir del texto se afirma que fue la acumulación de información sobre papel lo que permitió un rápido crecimiento del conocimiento de las ciencias de la modernidad. A partir de lo cual éstas se configuran en una actividad de manipulación de signos. Al ser que el papel un formato representacional común donde documentar los conocimientos producidos y que podemos decir sin tapujos que no hay representación sin intención ni interpretación, las ideas que se aparecen plasmadas no serían más que una forma de ver y hacer ver. Por eso mismo, una imagen no es más que una superficie donde inscribir el mundo, una mirada desde ningún lugar. Dibujar es imitar las cosas tal como aparecen. La importancia de tan cuidadosa inspección visual era no sólo ver el mundo mejor, sino distinguir lo que había que ver en él de las interpretaciones leídas en él. A veces es más fácil buscar formas en las nubes que contentarse con apreciar el cielo tal como se presenta.
Olson nos habla del arte holandés y su estricta atención a las apariencias de las cosas, en construir representaciones correctas, lo que parece un intento de ahogado al intentar objetivar una mirada que se especifica por ser particular. ¿Habrán querido los holandeses fundar la “ciencia de la pintura”? ¿O simplemente creían que el mundo era lo bastante bello para desfigurarlo en la fantasía de la creatividad propia?
Pero si hablamos de representar el mundo en papel, ¿qué mejor ejemplo que un mapa? A partir de la pregunta ¿Dónde es aquí? el texto nos lleva por la historia de la sofisticación de las cartografías hasta llegar a Mercator. Entrar en el mundo de papel es salir del mundo real.
El mundo pensado ya no es simplemente mundo, sino el mundo cómo se lo representa en papel, donde Groenlandia es mucho más grande que Äfrica o Sudamérica. Podemos decir entonces que tanto en los diagramas como en los mapas , la información suplanta la verosimilitud.
Asimismo, una ilustración de manual de una flor no se parece en nada a una flor real, pero esta flor dibujada se convierte en la entidad conceptual en cuyos términos se percibe y se clasifica la flor real. Hubo un momento, señala el autor, en que todavía no había lenguaje técnico para designar a un gran número de plantas, por lo que en los estudios botánicos, las ilustraciones podían vehiculizar lo que las palabras no podían. Una imagen que sí valía más que mil palabras.
Al final de todo, tanto las palabras como las imágenes no son mas que símbolos que intentan describir el mundo. La gran tarea parece descubrir, informar y traer a conciencia las actitudes implícitas en esos simples informes objetivos ya que no basta un ojo sincero y una mano confiable para ver todo lo que está presente.

Una forma particular de leer (IX)

Aguas desconocidas de Miles Harvey

Sobre el poder de los mapas

Mapas. Depositarios de valiosos conocimientos, en su momento valieron la pena arriesgar la vida por ellos. Secretos de Estado, supieron ser el eje de la política internacional de los reinos de aquel lejano siglo XVI.

Harvey comienza el texto hablándonos de su obsesión por los mapas y de la replica que tiene de aquel realizado por Mercator quién fue el primero en utilizar un sistema para proyectar nuestro mundo tridimensional en una superficie plana. Que de hecho, a pesar de haber sido publicado ese primer esbozo de mundo en 1569, hoy en día sigue siendo el mismo sistema que se utiliza para confeccionar el mapamundi que todos alguna vez manoseamos en la escuela primaria.

Me es fácil comprender esta obsesión de Miles por dibujos planetarios. Aunque nunca fui de tener muchas manías, de chiquita supe ser insoportable con mi globo blanco. Mi abuela, para uno de mis tantos cumpleaños, me regaló un globo terráqueo para pintar con colores. Por ese entonces, y hasta que mi hermana lo rompió jugando al voley contra el ventilador, yo andaba de acá para allá aprendiéndome los nombres de los países, que estaban en inglés (por lo que me llevó mucho tiempo caer en cuenta de que nuestro vecino mais grande do mundo en realidad no lleva z en su nombre) y cuando ya lo sabía lo pintaba de color. Lindo si me gustaba el nombre, feo si no. Pero siempre cuidadosa de las líneas.

Así que, sí. Yo comprendo la obsesión por los mapas. No se si llegaría a robarme uno de alguna biblioteca. Me parece que esa es una aventura que no estoy preparada para vivir.







Notas de lectura: Cómo hacer un mapa, cómo llevarse un mapa de Miles Harvey

Sobre un ladrón de mapas

Empieza Harvey a describirnos las arduas molestias que se tomaban en la antigüedad los dibujantes de mapas para hacerlos ( lo que me remonta a mis viejas y arduas clases de plástica y dibujos con fideos, pegamento y brillantina) y cómo la prensa nos facilita la vida a todos, en especial y en lo que nos concierne, a ellos.

La prensa, al permitir una mejor calidad y difusión de los mapas, cambia la manera en que la gente concibe al mundo. Los mapas hacen inmediato lo distante, visible lo invisible. Es increíble el efecto dominó de las grandes invenciones de la humanidad y como éstas pueden transformarlo todo. Por primera vez el mundo entero puede ver al mundo entero en su conjunto. Trato de concebir un mundo diferente, pero ya no puedo no imaginarme el que conozco. Lo que sí me planteo es que si en el universo no hay arriba o abajo, ¿quién acomodó el norte arriba y el sur abajo? Y en todo caso, ¿quién instaló que nosotros estemos al sur y los otros al norte?

A partir de establecer la importancia de los mapas en sí, nos habla Harvey del hurto de mapas. Si hacer mapas requiere una auténtica magia, llevárselos sólo supone escamoteo, dice.

Por último, es como poco curiosa la alusión al robo como un cruce de fronteras, como una metáfora psicológica que simboliza la trasgresión a los mandatos morales.

Una forma particular de leer (VIII)

El héroe de las mil caras de Campbell.

El mito y el sueño

Cada uno de nosotros tiene un panteón de sueños que obra en secreto. [Los genios del inconsciente] son peligrosos porque amenazan la estructura de seguridad que hemos construido para nosotros y nuestras familias. Pero son diabólicamente fascinantes porque llevan las llaves que abren el reino entero de la aventura deseada y temida del descubrimiento del yo.
“Soñé- estaba escrito en un diario- que estaba en mi escuela primaria después de clase (por el sol, no eran más de las 5 de la tarde). Sola, parecía que no había nadie más. No estaba asustada, por más que la luz de la imagen fuera bastante fantasmagórica. Salí de mi aula –la misma de primer grado, en la que aprendí a escribir- y bajando la escalera parecía estar buscando algo. Abrí una puerta, en uno de los descansos y ahí estaban mis compañeros de la secundaria haciendo una fiesta que me recordaba a la presentación del programa de televisión de Garfield. Tentada a quedarme, de repente me apremió la necesidad de volverme a casa temiendo la reprimenda de mi mamá. Ahora apuradísima y sin tiempo de bajar las escaleras, me tiro por una bandera gigante que llegaba hasta dos pisos más abajo, a la planta baja. Pero al llegar, en vez del patio de baldosas rojas había una pileta. Salí nadando y ya en la puerta del colegio, mientras me sacudía como podía el agua de la ropa, llega mi mamá como si nada y nos vamos caminando. A esta altura, ya era de noche”. Es porque permanecemos aferrados a las imágenes no conjuradas de nuestra infancia que fracasamos como adultos.
A veces, hay algunos que al volverse a mirar lo que había prometido ser una aventura única, peligrosa, imposible de predecir, sólo encuentran que el final es una serie de metamorfosis iguales por las que han pasado hombres y mujeres en todas partes del mundo. Que cada vida pueda sintetizarse en un conjunto de acciones continuadas, que en su forma más estereotipada incluye nacer-crecer-tener descendencia-morir , no significa ni por asomo poder establecer si quiera un mínimo de paralelismo entre diferentes existencias. Pobre de quien crea que su vida ya la vivió otro de antemano y se limite a su mediocridad mientras piensa que sólo es el héroe aquel que ha sido capaz de triunfar sobre sus limitaciones.
Siempre me pareció una mediocridad concebir la vida como una superación constante de aquellos obstáculos que impiden la concreción del deseo moderno de felicidad instantánea. Para mi, una limitación se parece más a aquello que se interpone entre el hombre y la infinidad y por ende es algo que no se puede superar, al menos no en vida.
Al final es poco en realidad lo que necesitamos para vivir, pero sin ello la aventura dentro del laberinto es desesperada. Aunque ya ni siquiera tenemos que arriesgarnos solos a la aventura, por que los héroes de todos los tiempos se nos han adelantado.¿Podemos decir entonces que la vida ya no trae sorpresas? Aunque bien vendría tener un poco de certezas, el todo es potencial de la única vida que hemos de vivir. Porque si en 15 años he de hablar 3 idiomas y tener un postgrado (¿Por qué no?) mañana mismo tengo que empezar con las clases de portugués.Cuando llegue nuestro día por la victoria de la muerte, la muerte cerrará el círculo, nada podemos hacer, con excepción de ser crucificados y resucitar. La limitación de la vida está en su esencia.

Una forma particular de leer (VII)

La forma de la espada de Borges.

“¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi infamia? (...) Yo soy Vicent Moon. Ahora desprécieme.”

Si se empezara por el final, la historia perdería toda su gracia. Es imprescindible desconocer la identidad del sujeto para que el relato no pierda su sentido. Por eso mismo, en el párrafo introductorio no se dan más que detalles, su verdadero nombre no importa, pero detalles que pierden su insignificancia al final, donde se vuelven interesantes.

El personaje con el cual Borges revela parte de su identidad al llamarlo igual que él, llega a la casa de este anglosajón para descubrir, sin intención profesa, la historia de este otro personaje.

Como descendiente de irlandeses que soy (herencia más cultural que biológica a esta altura), estoy al tanto de las guerras por la independencia de aquella verde isla nublada y por tanto no pude evitar sentir empatía por Vincent desde el principio y en contra de cualquier argumento lógico. Así caí aún más de lo normal en la trampa de la ingenuidad, de pensarlo víctima del acto del cual en realidad él era victimario.

Pienso que este personaje, Vicent Moon, cuenta en otra persona su vida porque no le es posible contarla como propia. Sabe que actuó mal, conoce su falta de valores y es su incapacidad de arrepentirse la que lo persigue. No es capaz de asumir las consecuencias de sus propias acciones, ¿cómo puede alguna vez dejar todo eso atrás? Se sabe pecador e incapaz de pedir perdón. Por eso sus acciones lo persiguen hasta el final, consumiéndolo.

Personificándose en la historia e identificándose en el diálogo como el otro, Borges ¿estará confesando una experiencia propia?

Una forma particular de leer (VI)

Estar allí, la antropología y la escena de la escritura de Guertz.

¿Es posible una experiencia personal sin subjetividad?

La antropología se presenta, como poco, como una ciencia paradójica al tener que plasmarse en textos que se suponen deben ser, al mismo tiempo, una visión íntima y una fría evaluación de las experiencias de los investigadores. Desde el vamos, debe ser muy difícil tener que escribir de manera científica una experiencia de vida y más siendo que el modo en que se presentan los enunciados cognoscitivos mina nuestra capacidad para tomarlos en serio.

Pero al final, ¿cómo un texto antropológico puede parecerse tanto a un relato ficcional como a un ensayo de laboratorio? De un extremo al otro, parece que el estudio antropológico salta de tratar a la gente como objetos a un impresionismo acusable, de una insuficiencia de compromiso a una insuficiencia de distancia. Sin más, es casi imposible pedirle a alguien que sea objetivo en lo que cuenta. Y mucho menos que esa obligación provenga de uno mismo, pero también, si no se tiene cuidado, todo lo desarrollado pasa a convertirse en poco más que una opinión inteligentemente expuesta.

Al fin y al cabo, la verdadera habilidad de los antropólogos para hacernos tomar en serio lo que dicen tiene que ver con su capacidad de convencernos de que lo que dicen es resultado de haber podido penetrar otra forma de vida. ¡Pero cuán pretencioso tuvo que haber sido aquel que creyó poder quitarle la subjetividad a la experiencia sin sacarle su esencia! La antropología parece basarse en que, para hacernos creer que la vida es objetiva, es necesario llenarnos de datos subjetivos. Cualquier duda parece quedar despejada por la simple abundancia de datos.

¿Podemos considerar científico un ensayo en el que juega mucho el factor “yo no sé, no estuve ahí” conjugado con “él sabe, es antropólogo”? En conclusión los etnógrafos necesitan convencernos no sólo de que estuvieron ahí, sino de que, de haber estado ahí, nosotros hubiéramos visto lo que ellos vieron, sentido lo que ellos sintieron. Sólo me queda un último interrogante: ¿cómo diferenciar una etnografía de pura palabrería en Monografías.com?

Una forma particular de leer (V)

Ciencia, conciencia planetaria, interiores.

El autor nos cuenta sobre una expedición científica internacional que se disponía a descifrar de una vez por todas las verdades que se aparecían implícitas en el mundo, expedición que eligió como escenario una América colonial apenas conquistada. Hasta acá podría ser el argumento de alguna novela de Julio Verne y nunca podríamos estar totalmente seguros de que la historia de la Condamine no haya sido de inspiración para el padre de la ciencia ficción.
Esa primera cooperación internacional cedió el paso a una interminable disputa con las autoridades coloniales sobre lo que se podía o no ver, medir, dibujar o tomar muestras. Cuándo no, la voluntad de cooperar se vuelve volátil ante el recelo. Pero, ¿qué más se puede esperar si es bien conocida la hipocresía de quién establece una clara distinción entre la (interesada) búsqueda de riquezas y una (desinteresada) búsqueda de conocimientos?
La expedición llamada de la Condamine, fue un fracaso estrepitoso pero con un éxito rotulante en un aspecto, la escritura. Los textos y relatos que la expedición produjo circularon por Europa durante décadas. Hubo una poderosa razón para que aquellos tuvieran tanto éxito y es porque el relato no está escrito como un informe, sino más bien en el estilo del popular género de la literatura de supervivencia.
Al ir leyendo sobre estos escritos de travesías, cuyos resultados cabe aclarar eran totalmente diferentes al de los objetivos del comienzo, me acuerdo de una par de historias que leí de chica, especialmente “Una capitán de quince años” que versa sobre las aventuras de un joven capitán y su tripulación en un relato de traiciones y experiencias en una África precolonial.
El ojo (instruido, masculino, europeo) que sostenía el sistema podía familiarizar nuevos sitios inmediatamente y por contacto, al incorporarlos al lenguaje del mismo sistema. Se produce por ende, una resemantización global a partir de una historia natural como manera de pensar en las redes existentes de relaciones históricas y materiales entre hombres, plantas y animales.

Una forma particular de leer (IV)

Viaje profano de Ricardo Forster - Profano: adj. Desenfrenado o muy dado a cosas del mundo.


I
La meta ha quedado ahora para siempre inaccesible gracias a una visión que limita las posibilidades humanas a este mundo finito.
Nunca me gustó la idea de una meta. La metáfora de una carrera me llena del recelo que tengo ante la competición. Mala perdedora como soy, odiaría la idea de tener que llevar mi vida hacia algún punto.
La meta del viaje de la vida se sitúa en la experiencia del viaje mismo.
Encerrando la vida en una categoría de sentido propio, veo a la chica del Burger limpiar la mesa de al lado otra vez, sin que se de cuenta que en la plaza de la República, que apenas se asoma por el ventanal, ya cae el sol. Y pienso en el chico del peaje y en el colectivero del 86 de Ezeiza a Liniers y cómo se les va la vida viendo el tiempo pasarles por al lado. No digo que sus vidas no tengan sentido, pero me asusta la idea de que sí lo tengan.

II
Yo, que vuelvo siempre por las mismas calles. Yo, que gusto de leer sobre los lugares a los que voy a viajar. Yo me encontré con ganas de perderme. Estaba en otro país, en un continente ajeno, extrañando una Buenos Aires nevada y con ganas de perderme.
Aprender a perderse en una ciudad es un arte que hay que saber cultivar, que exige un esfuerzo adicional por que violenta la tendencia propia del sujeto a representarse un paisaje racionalmente trazado.

III
Allí no hay viaje, sólo la compra anticipada de un paquete de agencia de turismo que nos llevará hacia lo que ya conocemos.
Toledo está en los libros, en las fotos, en los mapas. Pero sólo entendí lo que realmente era cuando apagué la cámara y buscando un lugar donde ir de tapas decidí perderme en las calles intrincadas y desiertas de ese Toledo vespertino.
Un viaje utópico, sin fronteras establecidas, sin mapas que orienten la búsqueda.

IV
Con Venezuela, presintiendo sorpresas en cada esquina se nos pasó la vida dando vueltas esperando que apareciera el Greco. Cruje lo real cuando el Yo se desplaza hacia esas regiones imaginarias.

V
¿Qué viaje no es un viaje cartesiano hacia la interioridad del Yo racional?

VI
Es otro tipo de viaje el que nos conduce, a través de la memoria fragmentada, hacia el pasado. Y es cuando uno vive el presente que el pasado se nos hace identidad.
Es cuanto menos extraña la necesidad que uno parece tener de dejar escapar el tiempo para que una experiencia se nos anime de vida el pasado. Algo que pudo parecer insignificante en un momento puede ser lo que en otro nos despierte una sonrisa.
Álvaro y Andrea. Jessica y Rubén. Domile y Nicky.
O España y Venezuela, Inglaterra, Lituania y Chipre.
Cómo con el pasar del tiempo se hacen tan cercanos y tan propios.
... Y lo único necesario parece ser lo pasado.

VII
Las fardos de paja cual cuadro de Van Gogh. El camino de Santiago, vuelta a los renaceres religiosos. Un convento y los épocas de unificación de un reino llamado Castilla y un reino llamado Aragón. Tiempos cuando la historia no era historia sino un futuro incierto. Un viaje capaz de quebrar la dura corteza de la realidad.
Estando casi en un estado alucinatorio por el calor y el cansancio; una caminata “de a dos, por favor” al lado de la ruta me hacía pensar en la posibilidad de estar en cualquier momento del tiempo, como si ese lugar pudiera estar en cualquier lado. ¿Qué es lo que me determina el aquí y ahora? Se despliega entre el sujeto y el mundo la potencia de la imaginación.
Y ahí estaba yo comprendiendo aquel momento de mi inocencia cuando tenían la misma existencia y lógica los cuatro elefantes y la tortuga, la cascada del fin del mundo y el globo terráqueo. Porque algunos viajes parecen ser hacia el paraíso perdido de la infancia y de la infancia de la humanidad.

Una forma particular de leer (III)

¿Por qué no bailan? de Carver


Un hombre con todas sus cosas en el jardín. ¿Sus cosas? Las cosas de él y de ella, esa mujer que no tiene nombre ni cara y sin embargo su presencia se siente a lo largo de todo el relato.

La primera incógnita que se presenta es porqué todos sus muebles están en el jardín, de los cuales se aclara muchos eran obsequios. Sobre la mesa había un tiesto con un helecho, una vajilla de plata en su caja y un tocadiscos. También eran regalos.
Entonces tenemos un hombre melancólico rodeado de sus cosas, sus anclas a un pasado que vuelve y le duele; su lado y el lado de ella. Pensó en ello mientras bebía a sorbos el whisky. Un pasado compartido y un presente solitario.

Se asoma unos novios, jóvenes, que están empezando su vida juntos y por estar empezando se ven necesitados de esas cosas que adornan la vida en pareja. Sin buscar, encuentran esas mismas cosas que supieron adornar la vida en pareja de aquel hombre sin nombre que ahora las está vendiendo, u ofreciendo en realidad porque claramente no le importa el precio de venta.

El whisky lo acompaña todo el relato, pero un dedo no tapa el sol y aún así el dolor deja su impronta y se filtra en sus acciones. En un momento, el hombre les ofrece a la pareja bailar al son del tocadiscos que hubo de ser un regalo... ¿Para qué ocasión? Mi interpretación, un regalo de bodas y el baile, tan sentido por los personajes, me suena a una alusión del vals de los novios.

No se dice qué es lo que pasó, pero tuvo que haber sido algo muy fuerte, un proceso largo y tormentoso. Creían [por los vecinos] haberlo visto todo en esta casa. Y el final es éste, un hombre solo y solitario tratando de desprenderse de un pasado que lo atormenta. ¿Los detalles? Bueno, eso nunca lo sabremos.

Una forma particular de leer (II)

En el mar. Cuento de marineros de Chejov.

Me estremecí tanto por el frío como por otras causas, que es lo que quiero escribir. Chejov nos hace imaginar una escena en altamar, alcohol, apuestas, derroche de libertinaje. Un grupo de hombres alejados de la civilización reniegan de sus reglas y caen en la trampa de una humanidad tan parecida a la naturaleza. Un compañero cacareó en broma como un gallo. Todo el ambiente nos hace pintarnos una condición de final del mundo, donde ya no queda nada porque mantener las apariencias. Sólo las luces cada vez más difusas del muelle que se alejaba eran visibles en un cielo negro como la tinta.

El protagonista se estremece en su juventud aceptando a conciencia una vida que él mismo califica de corrompida... Y a veces un marinero puede ser la más inmunda criatura de la tierra (...) somos crápulas porque no sabemos para qué puede necesitarse la virtud en el mar. Por eso mismo se pelotean la dignidad sin culpabilidad aparente para caer en la morbosidad de observar el placer ajeno y tal vez, sólo tal vez, dejarse conmover por una humanidad mortal y desnuda.

Aún así, aún cuando estaban por cometer un acto de los más indecentes, un acto sin moral, a conciencia y a voluntad, se encuentran con un acto todavía más vil y pecaminoso. El pastor, representante del Señor en la Tierra, vendiendo a su mujer a un británico desagradable y bigotudo. El condimento religioso no es más que un acento que usa Chejov para advertirnos que siempre hay alguien peor que nosotros y muchas veces éste se viste de santo.

Una manera particular de leer (I)

Tesis sobre el cuento de Piglia

I) Un cuento siempre cuenta dos historias
Para mí, un cuento cuenta tantas historias que es imposible contarlas todas. Por eso me gusta regalar libros en las ocasiones que lo disponen, esos libros que yo leí y que quiero discutir con alguien quién sé va a tener una opinión diferente a la mía.

II) Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario.
Esas son las mejores historias, las que visiblemente pueden terminar de golpe y que no nos importa porque la procesión va por dentro, o sí importa, pero sólo porque tenemos necesidad de más.

III) Los elementos esenciales de un cuento tienen doble función y son usados de manera diferente en cada una de las dos historias.
Qué facil sería si supiera reconocerlos, poder aprender de la estructura de esas historias que marcan tendencias, ¡o poder verlas siquiera! Porque si bien al terminar un libro uno empieza a conectar todos los elementos y a comprender realmente, durante la lectura todo pasa desapercibido y toma forma sólo al final. ¿Cuántas veces no se puede, por más voluntad que se tenga, dejar un libro de lado por necesitar terminarlo? Necesidad que se filtra y nos engancha.

IV) Lo que es superfluo en una historia, es básico en la otra.
“Casi todos los días, con lluvia o con sol, con frío o con calor, salía de su apartamento para caminar por la ciudad, sin dirigirse a ningún lugar concreto (...) Cada vez que daba un paseo se sentía como si se dejara a sí mismo atrás y, entregándose al movimiento de las calles, reduciéndose a un ojo que ve, lograba escapar a la obligación de pensar”
Inicio de una locura anunciada.

V) ¿Cómo contar una historia mientras se está contando otra?
El día que lo descubra voy a poder escribir en serio.

VI) ¿Que gracia tendrían los libros de Sherlock Holmes si pudiéramos saber desde el principio quién cometió el crimen?
Lo más importante nunca se cuenta. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión.

VII) Kafka cuenta con claridad y sencillez la historia secreta y narra sigilosamente la historia visible hasta convertirla en algo enigmático y oscuro.
“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. (...) Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos. «¿Qué me ha ocurrido?», pensó. No era un sueño.”
Historia de alineación.

Crónica de una visita a ArteBA (22-5-09)



Una visita al mundo del arte

Durante el día de ayer la mayor exposición de arte contemporáneo abrió sus puertas a lo que se espera sea un aluvión de visitantes.


El mundo del arte no pide pasaporte para ingresar, pero sí el pago del módico arancel de $25 por cabeza. Quién lo paga o entra con credencial diplomática como quien aquí les escribe, accede a un nuevo universo, diferente al que estamos acostumbrados a vivir.
Desde el vamos la experiencia es única. Como quién empieza a avistar el sabor local con los souvenirs del freeshop antes de salir del aeropuerto, en Circular y Sarmiento a las cinco de la tarde del mismo día de la inauguración ya se podía identificar entre la masa de gente los efectos de estar tan cerca del epicentro artístico.
A los recurrentes vendedores de panchos se le sumaban los vendedores de pinceles y los pintorescos carteles cotidianos de la esquina se complementaban con unas muestras de arte que no se pudieron dar el lujo de rentar un carísimo espacio dentro de la exposición.
Aunque si bien sería romántico decir que el arte ya se respiraba en aquella esquina, la verdad es que entre el ruido de las decenas de colectivos que ahí tienen parada y la sensación grasosa que dejaba la vereda, supuso toda una alegría que todos fuéramos puntuales y poder así emprender en seguida nuestros avatares de aventura.
El cruce del umbral marca una frontera tajante que da comienzo a la aventura en un mundo que se presenta ajeno y pretencioso.
Este artístico universo contemporáneo en 2009 está habitado por aproximadamente 800 artistas y espera ser visitado en las próximas jornadas por más de cien mil forasteros que son invitados a perderse sin rumbo y dejarse asombrar por la variedad de colecciones y experiencias que esperan ser vividas a la vuelta de cada esquina. En su entramado de interminables callecitas, las obras expuestas embelesan al visitante al que no le alcanza una sola jornada de viaje para verlas todas... Se despliega entre el sujeto y el mundo la potencia de la imaginación.
Las propuestas no sólo incluyen el arte plástico, el espacio de la feria pretende acercarnos a los grandes artistas y a las temáticas del arte en general con una basta oferta de charlas que se dictan todos los días. A la vez, entre sus stands podemos contar con algunos destinados a la venta de libros de arte provenientes del extranjero.
Si bien ArteBA está en función de la compra y venta, el paso por la exposición deja una impronta en aquel que se libera de todo preconcepto y se deja llevar por la experiencia. Yo misma ponía en duda la calidad del arte expuesto. Por tratarse de un predio como la Rural y orientado a un fin mercantil, ¿cuán real puede ser el panorama que se despliega si gran cantidad de artistas no tienen si quiera la oportunidad de participar?
ArteBA nos contesta reuniendo en el mismo predio a las galerías más consagradas y un espacio innovador, el Barrio Joven. A diferencia del espacio más tradicional, este proyecto busca darle un espacio a los galeristas más jóvenes para que expongan lo que ellos entienden por arte.
El resultado es un escenario ecléctico que en su primera jornada se presentó de un absoluto blanco, el que es inundado lentamente por pintadas callejeras que planean seguir cubriéndolo hasta el final de la edición.
Esta graffiteada puede parecer un intento de proclamación por la legalidad de aquello que es prohibido puertas para afuera. Pero ese no es el punto de la experiencia que totalmente apolitizada, parece sólo estar vivida como un entretenimiento.

En este sector barrial tuvimos la suerte de hablar con dos pintorescos personajes: un galerista, Martín Kovensky, y el director del Museo Hippie, Daniel Domínguez, ambos de San Marcos, Córdoba. Ellos nos concedieron amablemente unos minutos de tiempo para contarnos de su experiencia en la feria. Desde sus historias a sus expectativas la hora de las entrevistas terminó con la recitación del Manifiesto de la Comunidad de Vermont de 1984, un toque de hippismo en el mismo centro de la Sociedad Rural.
Con un folleto que rezaba “amor y paz” en la mano y todavía con ganas de ver más nos dedicamos a dar unas últimas vueltas por la exposición.
Aunque como visitantes inexpertos no conocíamos la semiótica del arte, nos entregamos a disfrutar de la increíble cantidad de estímulos específicamente elegidos para la ocasión. Y a medida que íbamos adentrándonos, íbamos sabiendo apreciar cada vez mejor las obras que se nos presentaban. Entre las cosas que nos encontramos hubo dos que contrastaron por motivos equidistantes.
Por un lado, la Galeria Soft contó con la presencia de la consagrada genio Marta Minujín quien muy dada a su público se arrimó a contestarnos nuestras siempre inteligentes preguntas. La artista presentó en esta edición una estructura conformada por 180 colchones que, yo misma comprobé, invitaban desde su comodidad a quedarse siempre un rato más.
En el otro extremo había un cubo negro que convocaba con la palabra enigma. Corajudos como somos, no dudamos en someternos a la misteriosa aventura que se nos proponía.
Equipados con las luminosas linternas que unas exóticas promotoras nos habían entregado nos metimos en la excitante oscuridad... Sólo para descubrir que el stand no consistía más que en un cuarto, negro por supuesto, con imágenes que habían sido impresas en tamaño de apoya vasos ¡Vaya enigma! Al salir, a cambio de devolver las linternas nos regalaron un paquete de cigarrillos y un encendedor. Arte, arte, arte.
Ya nos había sorprendido la presencia de un banco y una empresa de banda ancha en la exposición pero la idea de una empresa tabacalera promocionándose por asociación al arte sólo por el pago de unos metros cuadrados en la exposición nos dio escalofríos. Y no hicimos más que plantearnos, ¿cuál es el límite?
Controversial e interactiva, divertida y llamativa y con la mayor cantidad de colores e ideas en un solo lugar la Feria de Arte Contemporáneo de Buenos Aires tendrá las puertas abiertas a quién se anime a visitarla hasta el martes 26 de mayo.

Aunque correr no alcance.

Por la ventana empañada los podía ver discutiendo, en algún punto entre gritos y una violencia mas desmedida. No sé si podía decir que era una costumbre, pero era al menos algo regular. Mientras la radio del fondo anunciaba en tono alarmista la peor nevada de la década, pude escuchar un golpe. Otro más.
Le di la espalda a ventana, como si pudiera esquivar la situación, y empecé a buscar un par de guantes en los cajones de la cómoda. En esa habitación sin calefacción uno tenía la sensación de estar a la intemperie. La punta de los dedos y de la nariz ya se sentían ajenos a mí.
¿Qué podía hacer yo? No respondo bien a amenazas. Y si bien en ese momento no lo sabía, y no lo sabría por otro tiempo mas, yo y mis acciones, en realidad no importábamos. Por que soy una tonta, nada más.
Podría mentirme a mí misma, seguir pensando que todo pasó de repente, en un momento impreciso que ahora se me ocurre lejano. Pero no. Que yo haya insistido en seguir levantándome todas las mañanas, hasta que pude, como si mi vida fuera perfectamente normal, en realidad es solo una muestra de mi estupidez.
Pensándolo ahora y viéndolo en retrospectiva, podría haber estado más preparada. Aún sino hubiera podido hacer nada, podría no haber jugado el papel de señorita inocencia estúpida. Pero si algo sabía de mí misma era que me es más fácil ser tonta. Por eso mismo mientras todo pasaba yo estaba buscando una excusa en los cajones en vez de estar ahí abajo.
No sé en qué momento escuché el disparo. Las crónicas del día siguiente decían entre las ocho y media y las nueve y cuarto de la noche y yo no podría haber sido mas precisa. En estos tiempos los medios no se detienen mucho en cada asesinato, algunos incluso solo se refieren a la cantidad, como si estuvieran hablando del precio del dólar.
Para cuando mi mente nublada me permitió reaccionar y salir de la casa en penumbras, los perros del barrio todavía ladraban y la gente que había estado relojeando la violencia de la discusión, rodeaba a mi hermano caído.
Me hice paso entre la chusma. Apenas se podía respirar en el cortante aire húmedo de invierno. Me agaché a su altura. Benjamín me dedicó una mirada y con su cara de poker se alejó. Nadie intentó detenerlo. Ni siquiera lo siguieron con la mirada mientras se entremezcló con el paisaje urbano de la noche.
La sangre de Gabriel manchaba el piso y aunque yo intentaba intentar ayudarlo, era todo en vano. La cara se le desfiguraba en muecas de dolor, así que desistí. Un vecino me alcanzó un pañuelo. Un pañuelo que ya estaba manchado con sangre seca. Lo miré y me dio la sensación que a él esto le parecía mucho a un dejavú.
Para cuando la ambulancia vino a llevarse el cuerpo de mi hermano, todos, incluso yo, nos habíamos ido de su lado. No sé que es lo que movió a los demás a irse, no estoy segura de que fuera el desinterés. Uno siempre puede contar con la fidelidad de la chusma a formar parte de la escena. Tal vez fue el frío. En cuanto a mí, de repente me inundó una desesperación. Yo en ese momento ya tenía otra premisa.
Alcancé a ver a los empleados mal pagos del Estado discutir sobre la mejor manera de llevarse el cuerpo, que alguien había cubierto con un mantel rojo, y que la nieve había congelado. Había algo en sus voces, ¿alegría? Al menos no tendrían que fingir que sabían lo que hacían. En los tiempos que corren no mandan enfermeros de verdad, suele ser solo el chofer de la ambulancia el que acude al llamado. Ya como un tramite, simplemente el trabajo se parecía más al del recolector de basura de lo que a uno se le antojaría.
Mientras intentaba concentrarme en armar la mochila con lo menos posible y lo más rápido que podía, luchaba contra mí misma y los temblores que me sacudían y dificultaban mi tarea.
Pude escuchar el golpe seco del cadáver contra el piso metálico de la ambulancia. Supongo que los enfermeros no concedieron más que unos segundos de respeto antes de que mi hermano fuera un fiambre más. Ruido de arranque y marcha. Llegué a asomarme a la ventana justo para divisar al coche penetrar en la noche. Chau Gabriel.
Fue ahí, creo, cuando tuve que caer en cuenta de que estaba sola. De que todo el tiempo que intenté desentenderme de mi destino, en ese momento, me jugaba en contra. Que Gabriel no estuviera más significaba que a partir de entonces yo dependía sólo de mí. Pero lamentablemente me había sumido en un estado de ignorancia catastrófica. De repente no sabía nada, justo en el momento en que más lo necesitaba. ¿Podría aprender lo que se necesitaba para simplemente existir? De lo único que estaba segura era de que me tenía que ir. No me podía quedar en ese lugar.
Pero en ese momento en que todo me parecía tan urgente, no pude evitar quedarme estática, recordando la paz del pasado, cuando éramos una familia. Una fecha volvía una y otra vez. Un 5 de abril. Extrañamente, los diarios dijeron sobre su muerte que fue un accidente. Algo más que extraño si se considera que el velorio tuvo que ser a cajón cerrado, las heridas de bala les habían desfigurado toda la cara. Podrían haber dicho que había sido un robo, hubiera sido mas creíble. Pero no se si la veracidad era lo que mas le importaba a los medios.
De repente volví a respirar y me encontré con una mochila cerrada y ready to go. Es increíble lo que se es capaz de hacer en piloto automático. Plata. Iba a necesitar plata. Pero siempre la manejó Gabriel. Y desde que habíamos caído en ese viejo departamento en el que Benjamín parecía escondernos, yo había perdido rastro de dónde estaba guardada, o si es que había. Sabía que Benjamín pasaba una cantidad mas o menos estable todos los meses, y por como vivíamos, o era muy poco o Gabriel ahorraba.
Logré arrastrar los pies hasta la habitación que Gabriel había improvisado como propia. Totalmente desordenada, cualquiera hubiera sospechado que alguien ya había estado ahí revisando. Traté de figurarme, ahora en escena, donde podría mi hermano podría haber guardado la plata. Pasando revista de la penumbra que me hacía difícil la tarea, de repente una imagen me sobresaltó. Era mi reflejo en un espejo roto que estaba apoyado contra el piso y que por su ángulo, reflejaba con mas luz que la que había en el cuarto. En la imagen inversa atrás mío noté la puerta de un armario. Me di vuelta y en el movimiento llegué a sentir un vaso de vidrio que, de tan cerca, no lo habría notado nunca ya que no llegaba a entrar en mi campo de visión. Lo tiré. Obviamente no tenía reflejos para evitarlo. Me sacudió los sentidos una peste a alcohol. Un vaso de Ginebra. Mi hermano había adquirido un hábito que había insistido en esconder de mi. No es que yo fuese moralista, pero agradecí la consideración de no sumarme presiones externas. Ya estaba bajo mucha presión para mantenerme tranquila.
En el armario no había nada. Estaba casi vacío y no tarde en comprobar que no iba a encontrar lo que estaba buscando. Lo que sí había era un libro. Era sumamente chiquito, de pocas hojas de un tono casi azafrán y de un olor a humedad que parecía natural, como si siempre lo hubiera tenido.
Lo conocía. Hubo un momento en que se paseaba por mi casa. En el comedor, arriba de la mesada de la cocina, por todos lados... Mamá decía que la gaviota que volaba sobre el mar, y que ilustraba la tapa, la deprimía. Siempre me pareció irónico la necesidad del todo. Si la deprimía era porque le mostraba apenas un atisbo de libertad, que, presionada por la realidad, mi vieja no hacía mas que anhelar. Era la idea de una liberación inalcanzable lo que la deprimía. De repente se me antojó que ella había disfrutado de la muerte salvadora. O tal vez solo era mi consuelo.
Tomé el libro que supo pertenecer a mi hermano Benjamín, casi olvidándome de mi todavía urgente necesidad de correr. La cubierta me parecía de un material brillante, pero en esa penumbra en realidad no brillaba nada. Lo abrí por el medio y lo hojeé sin cuidado. Era una historia de ficción, o eso parecía, que ocurría a fines de la segunda guerra mundial, o eso parecía.
Estaba por dejarlo cuando algo me llamó la atención. Una anotación bastante parecida a la desesperación de una persona atormentada. Busqué entre las paginas más referencias. Si bien todas tenían un cierto grado de incoherencia, pintaban un personaje torturado. Concentrada con mi nuevo descubrimiento, me dejé resbalar contra la pared. Aunque tenía que correr, no sabía a donde. Que más daba. En retrospectiva, claramente no tenía fuerzas de afrontar mi futuro incierto.
Lo agarré del principio. Las anotaciones en el margen parecían ir aumentando progresivamente hasta la ultima hoja, que parecía un gran, gran tachón. Me concentré en la historia. No me acuerdo de que trataba, pero cuando trato de acordarme me viene un sabor amargo. Era una historia oscura, casi impenetrable, un anhelo de libertad. El protagonista vivía una vida condenada, huyendo de una existencia horrible. Parecía que mientras mas corría para alejarse de todo, mas horrible era lo que le pasaba.
Cerca de la página 40 pasó algo que yo no vi venir. Sumado a los comentarios cada vez mas retorcidos, el nombre del protagonista estaba tachado y se inscribía arriba “B 212”. Cada vez que se hacía referencia al personaje, volvía el sobrenombre de mi hermano.
De alguna manera, la identificación de Benjamín con esa vida, se me hizo clara. Me acordé de cómo llevaba ese libro a todos lados, a modo de diario, en esos tiempo familiares en los que no necesitaba fingir que todo estaba bien, o al menos no más que cualquier otro ser contemporáneo. Mi hermano veía en ese libro reflejada su vida, que se me ocurría horrible. Y en constante espiral de bajada. De repente yo podía ver siquiera una ápice de lo que eso significaba.
No sé cuanto tiempo me tomo leerlo, pero cuando reaccioné, las primeras luces se reflejaban en el espejo resquebrajado. Dejé el libro a un costado. De alguna manera esto lo cambiaba todo. Benjamín no solo no era el culpable de la situación que me había tocado vivir. Yo no sabía como es que llegó a que eso pasara, pero él me pareció una víctima más. Siempre lo había visto como ese desalmado que no lloró en el velatorio de mis viejos, nuestros viejos. Recordé su mirada y como me consumía. Pero no mostraba dolor... Y nunca se lo había perdonado.
Pero en ese momento, bajo una nueva luz, se me antojaba que esa había sido la única manera en la que pudo reaccionar. Claramente se sentía culpable y de repente todos esos rumores que circulaban por el barrio y que sólo escuché alguna vez a medias, cobraron coherencia. Sí. Había sido algún tipo de ajuste de cuentas. Por eso desde entonces él había tomado más en serio su tarea de protegernos.
Que nos mudáramos a ese sucucho cobraba sentido. Y de repente sus continuas amenazas para que nos fuéramos me parecieron más una forma de protegernos de algún peligro y no, como suponía, una movida para hacerse de otro centro “operaciones”.
Ni Gabriel ni yo sabíamos mucho más de la lucha de narcos por territorio que lo que salía en los diarios. Y ellos no parecían saber mucho tampoco.
Entonces un nuevo sentimiento de afecto me suavizó la expresión. Bastante raro considerando que acaba de proyectarme un escenario en el que estaba en peligro, con posibles narcos buscando saldar cuentas incluidos... Y un hermano que acababa de matar al otro hacía sólo unas horas. Eso seguía sin cuadrarme.
¿Qué es lo que estaban discutiendo?, ¿qué pudo haber dicho Gabriel para que se desencadenara ese final? ¿sería capaz de perdonarlo a Benjamín? ¿querría él que yo lo perdonara?
Y como respuesta a mi última pregunta, un ruido. El chirriar de las escaleras. Un juego de llaves. La puerta que se abría. Las pisadas hasta la habitación. No me asusté, de alguna manera era lo que esperaba. No nos miramos ni cuando pisamos la calle y la luz pegó de lleno en nuestras caras.
Benjamín se adelantó unos pasos y se dio vuelta. No puedo decir que sonrió, o si siquiera lo intentó, pero hubo una especie de entendimiento.Mientras me decidí a seguirlo y di unos pasos en su dirección alcancé a divisar la mancha de sangre congelada en la vereda y se me ocurrió de que se podría parecer mucho a mi futuro. En ese momento no lo sabía. Llena de dudas, lo seguí hasta perderme con él en el interior de un mundo que apenas se mostraba en movimiento, sin saber que pasaría o si realmente me importaba.

Estación Central - Espacio cinéfilo

"Josué,
Hace mucho tiempo que no le mando una carta a nadie, ahora te mando ésta a tí.
Tienes razón, tu padre aparecerá y seguramente es tal como tu dices que es.
Recuerdo cuando mi padre me llevaba en la locomotora que él conducía, permitía que una niña como yo tocara el silbato del tren durante todo el viaje.
Cuando recorras las carreteras con tu enorme camión, espero que recuerdes que yo fuí la primera persona que te hizo poner las manos en un volante.
Será mejor para ti quedarte con tus hermanos. Te mereces mucho, mucho más de lo que yo podría darte.
Cuando quieras acordarte de mí, mira la pequeña foto que nos hicimos juntos. Te lo digo porque tengo miedo de que algún día tú también me olvides.
Echo de menos a mi padre. Echo de menos todo.
Dora"


Central Do Brasil, Monologo final.


Estación Central es la historia de un viaje en el cual Dora y Josué, los dos protagonistas, emprenden una aventura donde todos sus propios significados y sus identidades cambian.
Todo empieza en la estación de Río de Janeiro, un mundo de nadie. Dora, cincuentona frustrada de vivir, trabaja allí escribiendo cartas para aquellos que no saben hacerlo. Éstas palabras cuentan historias de vidas difíciles y aún así a Dora no le importan. Sólo quiere el dinero que cobra por éstas y luego las tira en la basura o a su propio purgatorio. Para ella, esas palabras no significan nada.
Sin embargo, a lo largo de la película eso cambia. Esta primera percepción que tenemos del personaje se invierte a medida que la historia avanza. Se van descubriendo aspectos de su vida de que nos permiten comprender a Dora. Tanto es así que en el monólogo final se nos revela con todo su dolor y no podemos más que entender. Su dureza inicial no es más que la consecuencia de toda una vida de abandonos: “tengo miedo de que algún día tú también me olvides” . A lo largo de su travesía por el interior de Brasil, Dora se va reencontrando consigo misma y hasta se permite una ilusión amorosa. Hacía el final encontramos una mujer distinta de esa que en una primera secuencia se nos muestra odiosa y ventajista.
Josué, por su parte, es un niño que de repente se encuentra solo. A partir de un accidente nomás iniciada la película, se queda sin su madre. Lo primero que atina a hacer es recuperar lo poco que le queda: la carta que iban a enviar a su padre y que Dora fue encargada de escribir. Aquí no sólo se unen los destinos de los dos protagonistas, también podemos entrever el significado que tienen para el niño estas palabras. Palabras que encarnan su identidad.
Este gran valor que se le otorga a la escritura es uno de los aspectos poéticos más destacables de la película. Desde aquellas personas que piden a Dora escribir dedicaciones a los afectos pasados y a los santos presentes hasta Josué que encuentra en ellas su única oportunidad de ser, de tener una identidad. En todos los casos podemos ver una carga emocional muy grande que traspasa más allá del escrito.
El personaje de Josué es difícil de analizar, en ningún momento se lo presenta débil ni indefenso. Aún cuando no tiene otro futuro en el horizonte que el de estar en la estación, el niño se mantiene entero. A la vez, actúa como contrapeso de la figura de Dora: a diferencia de ésta que reniega su pasado él está atado a éste que a su vez él entiende es su futuro. En este viaje que necesita emprender para encontrar a su familia, se lleva casi a cuestas a esta mujer que descubre junto al niño caras de sí misma que ni ella conocía.
Un momento destacable del viaje es cuando, luego de miles de peripecias, caen en un pueblo donde, luego de una procesión (situación confusa si las hay) se renueva la unión entre ambos protagonistas. Casi como un renacimiento, podemos ver el cambio de actitud entre ellos: ciega confianza de él hacia ella, y dependencia de ella hacia él. Como signo de la profundidad de este cambio podemos señalar la escena en la que ella, después de una leve dubitación, finalmente tira las cartas en el buzón, otorgándoles así significado a esas palabras de afecto y sentimientos que antes no la conmovían. Y aquí una hipótesis, si es que antes no mostraba ningún sentimiento, es porque le dolía tanto que no podía permitírselo. Tanto Dora como Josué parten de la soledad, del dolor, de la búsqueda y llegan al final como personas más completas, más felices, unidos como nunca lo pensaron. Más que el vínculo en sí los que les deja el viaje es una renovada fe en la vida. Ambos se encuentran con aquello que habían perdido: el niño a su familia y Dora a sí misma.

Pienso que más que reelaborar las reglas de la road movie, Estación Central las lleva un extremo exquisito, equilibrado y eficaz. Tal como está previsto en este tipo de películas, que rara vez se guían por conflictos externos, los problemas que consumen a los personajes de Estación Central son básicamente internos, si bien es cierto que el director hace hincapié en mostrar las desigualdades sociales y la pobreza que hieren a su país.
Como las road movies necesitan seguir la transformación interna de sus personajes, los filmes no se refieren a lo que se puede ver o verbalizar sino a lo que se puede sentir sobre lo invisible que complementa lo visible. Un ejemplo de esto sería la escena donde Dora mira a través de la ventana al camión del objeto de su afecto irse para no volver. El dolor que transmite esa escena de ella mirando por la ventana, no tiene nombre.
Si hablamos en términos de gramática cinematográfica, la road movie se ve circunscrita a una sola obligación: acompañar las transformaciones vividas por sus personajes principales al enfrentarse con la realidad, que se cumple al pie de la letra en Estación Central.

El mismo cuento distinto.

Un joven colombiano de intereses literarios viaja a una zona perdida del interior del país en busca de inspiración. Elige ese lugar porque fue allí mismo donde a su madre la enviaron para alejarla de un amor intenso por aquel que escribía sin pasión, un telegrafista sin ton ni son.
Se encuentra con un trabajo de vendedor de libros de casa en casa, por lo que pasa sus días leyendo ese montón de palabras impresas en papel, sin importar qué estuvieran diciendo. Sin embargo, hubo un texto que lo marcó, que le remueve el interior.
Pero como toda anécdota tiene que pasar algo más, el guión de la vida así lo dicta. Obviamente no le atribuye la importancia necesaria al relato y lo pierde. Lo que pasa con el ejemplar en realidad trae sin cuidado al desenlace, lo que importa es la búsqueda que se suscita tras esa historia que tanto significa.
Toda una vida de preguntas y respuestas varias, donde cada amigo se daba el lujo de reinterpretar en su memoria algún relato para ellos mismos casi olvidado. Increíble como una simple línea narrativa puede disparar tantos resultados.
Sin embargo y a pesar de tantos finales sin salidas, nuestro protagonista va recolectando detalles hasta que encuentra un personaje, Maigret y un autor: Simenón. Y supo que era el correcto.
Como suele pasar, cuando uno piensa que ya alcanza la meta, tanto que siente como el cuerpo todo se estira intentando llegar más rápido, es que en realidad falta todavía un trecho más. En este relato, nuestro personaje se choca con un universo literario en el que podría llevarle todo el resto de la vida encontrar su cuento. A esta incertidumbre se le suma la duda, ¿estaba realmente seguro de que era por ese lado?
Un día el mismísimo Julio Cortazar es el que le pone nombre y apellido al cuento en cuestión. “El hombre en la calle”. Pero por alguna razón nuestro hombre no le cree. ¿Quién podría no creerle a un genio literario? Pues otro genio literario. Dime con quién andas y te diré quién eres.
La anécdota tiene final feliz. Nuestro protagonista se encuentra con su historia, sólo para descubrir que era distinta a la que él por tanto tiempo había rendido tributo en su memoria. El encuentro tan deseado, con sólo unas cuantas décadas de espera.

Sobre una canción y una historia

Bronca cuando ríen satisfechos
al haber comprado sus derechos,
Bronca cuando se hacen moralistas
y entran a correr a los artistas,
Bronca cuando a plena luz del día
sacan a pasear su hipocresía,
Bronca de la brava, de la mía,
bronca que se puede recitar,
Para los que toman lo que es nuestro
con el guante de disimular,
Para el que maneja los piolines
de la marioneta general.
Para el que ha marcado las barajas
y recibe siempre la mejor.
Con el as de espadas nos domina
y con el de bastos entra a dar y dar y dar.
¡Marcha! Un, dos...
No puedo ver tanta mentira organizada
sin responder con voz ronca
mi bronca,mi bronca.
Bronca porque matan con descaro,
pero nunca nada queda claro.
Bronca porque roba el asaltante,
pero también roba el comerciante.
Bronca porque está prohibido todo,
hasta lo que haré de cualquier modo.
Bronca porque no se paga fianza
si nos encarcelan la esperanza.
Los que mandan tienen este mundo
repodrido y dividido en dos.
Culpa de su afán de conquistarse
por la fuerza o por la explotación.
Bronca, pues entonces, cuando quieren
que me corte el pelo sin razón,
es mejor tener el pelo libre
que la libertad con fijador.
¡Marcha! Un, dos...
No puedo ver tanta mentira organizada
sin responder con voz ronca
mi bronca,mi bronca.
Bronca sin fusiles y sin bombas.
Bronca con los dos dedos en Ve.
Bronca que también es esperanza.
Marcha de la bronca y de la fe...

"La marcha de la bronca"


No me acuerdo la primera vez que escuché esa canción, y por supuesto tampoco recuerdo cuál fuera mi primera impresión. Pero me acuerdo un momento en que significó mucho para mi. Fue en Diciembre 2001. Diciembre de sesiones maratónicas de estudio con mi papá, en esos lejanos tiempos de curso de ingreso al Pellegrini. Las materias de turno ese verano eran Historia Argentina y Geografía.
Yo era una nena, unos 12 años nomás y la mayoría de las cosas que leía duraban en mi memoria lo que alcanzaba en llegar la mañana, como suele pasar a esa edad.
Cada vez que me escenifico ese momento en el tiempo, me acuerdo estar sentada frente a los libros en la terraza, pensando en la ironía de estar encerrada al aire libre. De fondo siempre la televisión, siempre el noticiero.
Si bien en mi historia personal se estaban sucediendo muchos cambios, a nivel país estaban pasando muchas otras cosas, claramente mas significativas, de las que yo sólo tenía una ligera noción. Aún perdida entre mis cosas igual recuerdo perfectamente las imágenes de los saqueos, de la gente llorando, la violencia, de las bombas lacrimógenas. Me acuerdo de las muertes. Cuando evoco la noche del estado de sitio, me veo sentada en medio del cruce de avenidas frente a un fuego piquetero y cacerolas de familia. Bronca, repudio, desesperanza, el no tener futuro. Yo no entendía realmente nada, ahora me doy cuenta.
Al día siguiente, mientras hojeaba los libros, violeta el de geografía y verde el de historia, encontré una canción a modo de anexo en una unidad. Bronca de la brava, de la mía, bronca que se puede recitar... Aún con toda mi inocencia vi reflejado todo lo que estaba pasando. No hace falta que ahora haga un análisis verso por verso para ir mostrando las similitudes, salta a la vista. Si bien fueron coyunturas totalmente diferentes, problemas sociales totalmente distintos, ahí estaba yo, una nena que no entendía nada, pensando que todo era muy parecido para ser considerado cosa aparte.
Yo soy de las que va a las marchas que están bien. Esas a las que está bien visto ir. Pero a diferencia de muchos otros que podrán ir por lo que sea que vayan, yo realmente voy con un propósito. Uno que se renueva todos los años y tiene que ver con la memoria. ¿Qué sentido tiene sólo recordar? Si vamos porqué sí, no tiene más sentido que quedarse en casa y verlo por el noticiero. Cada año se renuevan las consignas, o deberían. Y a las reivindicaciones, a esta altura históricas, se le suman todos los años unas nuevas. Julio Lopez, anti-marcha contra la inseguridad y hasta fuera yanquis de Irak. Son todas banderas que como pueblo necesitamos mostrar, que mantienen una esencia de reivindicación.
El 24 de marzo quedó marcado como un día terrible para la historia argentina. Pero, ¿podemos decir que sus consecuencias pertenecen al pasado? Cuando las figuras públicas salen a decir que es hora que el pueblo deje las cosas atrás y siga para adelante, que los derechos humanos de algunos no deberían tomarse en cuenta, ¿podemos ir sólo a la marcha a caminar?
En el aniversario de este año yo estuve presente. Yo tuve mi causa y mis deseos para el futuro. El mismo día al que la Nación le dedicó solo 7 párrafos.

Las dictaduras podrían ser buenas, pero no lo son. Porque la dictadura ilustrada es una utopía. Y las militares son las peores.
Jorge Luis Borges