Una visita al mundo del arte
Durante el día de ayer la mayor exposición de arte contemporáneo abrió sus puertas a lo que se espera sea un aluvión de visitantes.
El mundo del arte no pide pasaporte para ingresar, pero sí el pago del módico arancel de $25 por cabeza. Quién lo paga o entra con credencial diplomática como quien aquí les escribe, accede a un nuevo universo, diferente al que estamos acostumbrados a vivir.
Desde el vamos la experiencia es única. Como quién empieza a avistar el sabor local con los souvenirs del freeshop antes de salir del aeropuerto, en Circular y Sarmiento a las cinco de la tarde del mismo día de la inauguración ya se podía identificar entre la masa de gente los efectos de estar tan cerca del epicentro artístico.
A los recurrentes vendedores de panchos se le sumaban los vendedores de pinceles y los pintorescos carteles cotidianos de la esquina se complementaban con unas muestras de arte que no se pudieron dar el lujo de rentar un carísimo espacio dentro de la exposición.
Aunque si bien sería romántico decir que el arte ya se respiraba en aquella esquina, la verdad es que entre el ruido de las decenas de colectivos que ahí tienen parada y la sensación grasosa que dejaba la vereda, supuso toda una alegría que todos fuéramos puntuales y poder así emprender en seguida nuestros avatares de aventura.
El cruce del umbral marca una frontera tajante que da comienzo a la aventura en un mundo que se presenta ajeno y pretencioso.
Este artístico universo contemporáneo en 2009 está habitado por aproximadamente 800 artistas y espera ser visitado en las próximas jornadas por más de cien mil forasteros que son invitados a perderse sin rumbo y dejarse asombrar por la variedad de colecciones y experiencias que esperan ser vividas a la vuelta de cada esquina. En su entramado de interminables callecitas, las obras expuestas embelesan al visitante al que no le alcanza una sola jornada de viaje para verlas todas... Se despliega entre el sujeto y el mundo la potencia de la imaginación.
Las propuestas no sólo incluyen el arte plástico, el espacio de la feria pretende acercarnos a los grandes artistas y a las temáticas del arte en general con una basta oferta de charlas que se dictan todos los días. A la vez, entre sus stands podemos contar con algunos destinados a la venta de libros de arte provenientes del extranjero.
Si bien ArteBA está en función de la compra y venta, el paso por la exposición deja una impronta en aquel que se libera de todo preconcepto y se deja llevar por la experiencia. Yo misma ponía en duda la calidad del arte expuesto. Por tratarse de un predio como la Rural y orientado a un fin mercantil, ¿cuán real puede ser el panorama que se despliega si gran cantidad de artistas no tienen si quiera la oportunidad de participar?
ArteBA nos contesta reuniendo en el mismo predio a las galerías más consagradas y un espacio innovador, el Barrio Joven. A diferencia del espacio más tradicional, este proyecto busca darle un espacio a los galeristas más jóvenes para que expongan lo que ellos entienden por arte.
El resultado es un escenario ecléctico que en su primera jornada se presentó de un absoluto blanco, el que es inundado lentamente por pintadas callejeras que planean seguir cubriéndolo hasta el final de la edición.
Esta graffiteada puede parecer un intento de proclamación por la legalidad de aquello que es prohibido puertas para afuera. Pero ese no es el punto de la experiencia que totalmente apolitizada, parece sólo estar vivida como un entretenimiento.
En este sector barrial tuvimos la suerte de hablar con dos pintorescos personajes: un galerista, Martín Kovensky, y el director del Museo Hippie, Daniel Domínguez, ambos de San Marcos, Córdoba. Ellos nos concedieron amablemente unos minutos de tiempo para contarnos de su experiencia en la feria. Desde sus historias a sus expectativas la hora de las entrevistas terminó con la recitación del Manifiesto de la Comunidad de Vermont de 1984, un toque de hippismo en el mismo centro de la Sociedad Rural.
Con un folleto que rezaba “amor y paz” en la mano y todavía con ganas de ver más nos dedicamos a dar unas últimas vueltas por la exposición.
Aunque como visitantes inexpertos no conocíamos la semiótica del arte, nos entregamos a disfrutar de la increíble cantidad de estímulos específicamente elegidos para la ocasión. Y a medida que íbamos adentrándonos, íbamos sabiendo apreciar cada vez mejor las obras que se nos presentaban. Entre las cosas que nos encontramos hubo dos que contrastaron por motivos equidistantes.
Por un lado, la Galeria Soft contó con la presencia de la consagrada genio Marta Minujín quien muy dada a su público se arrimó a contestarnos nuestras siempre inteligentes preguntas. La artista presentó en esta edición una estructura conformada por 180 colchones que, yo misma comprobé, invitaban desde su comodidad a quedarse siempre un rato más.
En el otro extremo había un cubo negro que convocaba con la palabra enigma. Corajudos como somos, no dudamos en someternos a la misteriosa aventura que se nos proponía.
Equipados con las luminosas linternas que unas exóticas promotoras nos habían entregado nos metimos en la excitante oscuridad... Sólo para descubrir que el stand no consistía más que en un cuarto, negro por supuesto, con imágenes que habían sido impresas en tamaño de apoya vasos ¡Vaya enigma! Al salir, a cambio de devolver las linternas nos regalaron un paquete de cigarrillos y un encendedor. Arte, arte, arte.
Ya nos había sorprendido la presencia de un banco y una empresa de banda ancha en la exposición pero la idea de una empresa tabacalera promocionándose por asociación al arte sólo por el pago de unos metros cuadrados en la exposición nos dio escalofríos. Y no hicimos más que plantearnos, ¿cuál es el límite?
Controversial e interactiva, divertida y llamativa y con la mayor cantidad de colores e ideas en un solo lugar la Feria de Arte Contemporáneo de Buenos Aires tendrá las puertas abiertas a quién se anime a visitarla hasta el martes 26 de mayo.