La forma de la espada de Borges.
“¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi infamia? (...) Yo soy Vicent Moon. Ahora desprécieme.”
Si se empezara por el final, la historia perdería toda su gracia. Es imprescindible desconocer la identidad del sujeto para que el relato no pierda su sentido. Por eso mismo, en el párrafo introductorio no se dan más que detalles, su verdadero nombre no importa, pero detalles que pierden su insignificancia al final, donde se vuelven interesantes.
El personaje con el cual Borges revela parte de su identidad al llamarlo igual que él, llega a la casa de este anglosajón para descubrir, sin intención profesa, la historia de este otro personaje.
Como descendiente de irlandeses que soy (herencia más cultural que biológica a esta altura), estoy al tanto de las guerras por la independencia de aquella verde isla nublada y por tanto no pude evitar sentir empatía por Vincent desde el principio y en contra de cualquier argumento lógico. Así caí aún más de lo normal en la trampa de la ingenuidad, de pensarlo víctima del acto del cual en realidad él era victimario.
Pienso que este personaje, Vicent Moon, cuenta en otra persona su vida porque no le es posible contarla como propia. Sabe que actuó mal, conoce su falta de valores y es su incapacidad de arrepentirse la que lo persigue. No es capaz de asumir las consecuencias de sus propias acciones, ¿cómo puede alguna vez dejar todo eso atrás? Se sabe pecador e incapaz de pedir perdón. Por eso sus acciones lo persiguen hasta el final, consumiéndolo.
Personificándose en la historia e identificándose en el diálogo como el otro, Borges ¿estará confesando una experiencia propia?