En el mar. Cuento de marineros de Chejov.
Me estremecí tanto por el frío como por otras causas, que es lo que quiero escribir. Chejov nos hace imaginar una escena en altamar, alcohol, apuestas, derroche de libertinaje. Un grupo de hombres alejados de la civilización reniegan de sus reglas y caen en la trampa de una humanidad tan parecida a la naturaleza. Un compañero cacareó en broma como un gallo. Todo el ambiente nos hace pintarnos una condición de final del mundo, donde ya no queda nada porque mantener las apariencias. Sólo las luces cada vez más difusas del muelle que se alejaba eran visibles en un cielo negro como la tinta.
El protagonista se estremece en su juventud aceptando a conciencia una vida que él mismo califica de corrompida... Y a veces un marinero puede ser la más inmunda criatura de la tierra (...) somos crápulas porque no sabemos para qué puede necesitarse la virtud en el mar. Por eso mismo se pelotean la dignidad sin culpabilidad aparente para caer en la morbosidad de observar el placer ajeno y tal vez, sólo tal vez, dejarse conmover por una humanidad mortal y desnuda.
Aún así, aún cuando estaban por cometer un acto de los más indecentes, un acto sin moral, a conciencia y a voluntad, se encuentran con un acto todavía más vil y pecaminoso. El pastor, representante del Señor en la Tierra, vendiendo a su mujer a un británico desagradable y bigotudo. El condimento religioso no es más que un acento que usa Chejov para advertirnos que siempre hay alguien peor que nosotros y muchas veces éste se viste de santo.