30.6.09

Una forma particular de leer (IV)

Viaje profano de Ricardo Forster - Profano: adj. Desenfrenado o muy dado a cosas del mundo.


I
La meta ha quedado ahora para siempre inaccesible gracias a una visión que limita las posibilidades humanas a este mundo finito.
Nunca me gustó la idea de una meta. La metáfora de una carrera me llena del recelo que tengo ante la competición. Mala perdedora como soy, odiaría la idea de tener que llevar mi vida hacia algún punto.
La meta del viaje de la vida se sitúa en la experiencia del viaje mismo.
Encerrando la vida en una categoría de sentido propio, veo a la chica del Burger limpiar la mesa de al lado otra vez, sin que se de cuenta que en la plaza de la República, que apenas se asoma por el ventanal, ya cae el sol. Y pienso en el chico del peaje y en el colectivero del 86 de Ezeiza a Liniers y cómo se les va la vida viendo el tiempo pasarles por al lado. No digo que sus vidas no tengan sentido, pero me asusta la idea de que sí lo tengan.

II
Yo, que vuelvo siempre por las mismas calles. Yo, que gusto de leer sobre los lugares a los que voy a viajar. Yo me encontré con ganas de perderme. Estaba en otro país, en un continente ajeno, extrañando una Buenos Aires nevada y con ganas de perderme.
Aprender a perderse en una ciudad es un arte que hay que saber cultivar, que exige un esfuerzo adicional por que violenta la tendencia propia del sujeto a representarse un paisaje racionalmente trazado.

III
Allí no hay viaje, sólo la compra anticipada de un paquete de agencia de turismo que nos llevará hacia lo que ya conocemos.
Toledo está en los libros, en las fotos, en los mapas. Pero sólo entendí lo que realmente era cuando apagué la cámara y buscando un lugar donde ir de tapas decidí perderme en las calles intrincadas y desiertas de ese Toledo vespertino.
Un viaje utópico, sin fronteras establecidas, sin mapas que orienten la búsqueda.

IV
Con Venezuela, presintiendo sorpresas en cada esquina se nos pasó la vida dando vueltas esperando que apareciera el Greco. Cruje lo real cuando el Yo se desplaza hacia esas regiones imaginarias.

V
¿Qué viaje no es un viaje cartesiano hacia la interioridad del Yo racional?

VI
Es otro tipo de viaje el que nos conduce, a través de la memoria fragmentada, hacia el pasado. Y es cuando uno vive el presente que el pasado se nos hace identidad.
Es cuanto menos extraña la necesidad que uno parece tener de dejar escapar el tiempo para que una experiencia se nos anime de vida el pasado. Algo que pudo parecer insignificante en un momento puede ser lo que en otro nos despierte una sonrisa.
Álvaro y Andrea. Jessica y Rubén. Domile y Nicky.
O España y Venezuela, Inglaterra, Lituania y Chipre.
Cómo con el pasar del tiempo se hacen tan cercanos y tan propios.
... Y lo único necesario parece ser lo pasado.

VII
Las fardos de paja cual cuadro de Van Gogh. El camino de Santiago, vuelta a los renaceres religiosos. Un convento y los épocas de unificación de un reino llamado Castilla y un reino llamado Aragón. Tiempos cuando la historia no era historia sino un futuro incierto. Un viaje capaz de quebrar la dura corteza de la realidad.
Estando casi en un estado alucinatorio por el calor y el cansancio; una caminata “de a dos, por favor” al lado de la ruta me hacía pensar en la posibilidad de estar en cualquier momento del tiempo, como si ese lugar pudiera estar en cualquier lado. ¿Qué es lo que me determina el aquí y ahora? Se despliega entre el sujeto y el mundo la potencia de la imaginación.
Y ahí estaba yo comprendiendo aquel momento de mi inocencia cuando tenían la misma existencia y lógica los cuatro elefantes y la tortuga, la cascada del fin del mundo y el globo terráqueo. Porque algunos viajes parecen ser hacia el paraíso perdido de la infancia y de la infancia de la humanidad.