30.6.09

El mismo cuento distinto.

Un joven colombiano de intereses literarios viaja a una zona perdida del interior del país en busca de inspiración. Elige ese lugar porque fue allí mismo donde a su madre la enviaron para alejarla de un amor intenso por aquel que escribía sin pasión, un telegrafista sin ton ni son.
Se encuentra con un trabajo de vendedor de libros de casa en casa, por lo que pasa sus días leyendo ese montón de palabras impresas en papel, sin importar qué estuvieran diciendo. Sin embargo, hubo un texto que lo marcó, que le remueve el interior.
Pero como toda anécdota tiene que pasar algo más, el guión de la vida así lo dicta. Obviamente no le atribuye la importancia necesaria al relato y lo pierde. Lo que pasa con el ejemplar en realidad trae sin cuidado al desenlace, lo que importa es la búsqueda que se suscita tras esa historia que tanto significa.
Toda una vida de preguntas y respuestas varias, donde cada amigo se daba el lujo de reinterpretar en su memoria algún relato para ellos mismos casi olvidado. Increíble como una simple línea narrativa puede disparar tantos resultados.
Sin embargo y a pesar de tantos finales sin salidas, nuestro protagonista va recolectando detalles hasta que encuentra un personaje, Maigret y un autor: Simenón. Y supo que era el correcto.
Como suele pasar, cuando uno piensa que ya alcanza la meta, tanto que siente como el cuerpo todo se estira intentando llegar más rápido, es que en realidad falta todavía un trecho más. En este relato, nuestro personaje se choca con un universo literario en el que podría llevarle todo el resto de la vida encontrar su cuento. A esta incertidumbre se le suma la duda, ¿estaba realmente seguro de que era por ese lado?
Un día el mismísimo Julio Cortazar es el que le pone nombre y apellido al cuento en cuestión. “El hombre en la calle”. Pero por alguna razón nuestro hombre no le cree. ¿Quién podría no creerle a un genio literario? Pues otro genio literario. Dime con quién andas y te diré quién eres.
La anécdota tiene final feliz. Nuestro protagonista se encuentra con su historia, sólo para descubrir que era distinta a la que él por tanto tiempo había rendido tributo en su memoria. El encuentro tan deseado, con sólo unas cuantas décadas de espera.