30.6.09

¿Un libro más?


Ciudad de Cristal


A decir verdad, no tenía idea de dónde buscar ese libro. Había pasado mucho tiempo. Eran en momentos como ese, sentada frente todas mis cajas, cuando admitía muy a mi pesar que hace falta algo de orden en la vida, que no es una mera restricción a la libertad.¿Cómo iba yo a encontrar un libro que había leído hace al menos cuatro años? Era mucho pedir. ¿Por qué no hacer el reporte sobre otro cualquiera? Harry Potter estaba en la estantería del comedor... ¿En la biblioteca? No. ¿En mi habitación (con todo lo que eso significa)? Tampoco. No había más dónde buscar, realmente se podía decir que había echo un esfuerzo y sin resultados. Excusas.

Me decidí y abrí las últimas cajas. Era todo un trabajo de campo, un flashback de la vida. Entradas de cine, apuntes de biología, cuentas a pagar (esperemos ya pagadas) en un orden cronológico casi preciso, como si hubiesen sido perfectamente acomodadas y guardadas con un propósito.

Ahí estaba y ahora que lo tenía en las manos me parecía obvio su paradero. No cabía pensar que pudiera haber olvidado donde estaba. No sabría decir qué era, si el hecho de estar hojeándolo otra vez o que había pasado la última hora desenrollando mi vida hasta sus más mínimos detalles, pero en ese momento volvió a conmoverme algo que ya había olvidado haber sentido, como si nunca hubiera dejado de hacerlo. De alguna manera, nunca me había olvidado de él.

Si me hubieran preguntado hacía dos días de qué iba su argumento (y creo que habría corrido la misma suerte solo dos horas atrás), mi respuesta habría sido vaga e imprecisa; haciendo hincapié en esos detalles que por alguna razón me habían quedado impresos. Aquellos que, como (me) suele pasar, poco tienen que ver con el hilo narrativo.

Sé que el escritor no lo escribió para mí, o para personas como yo. Que obviamente lo que a mí me despertaba el texto en esa especie de conexión, no había sido el efecto que él buscaba, ¿o sí? No, claramente. Son esas capacidades que pocos tienen y muchos alardean tener. ¿Cómo explicar entonces que esa narración me llevara en sus detalles a pensar en otras cosas totalmente distintas, más cercanas pero con una luz nueva, diferente?

Traté entonces de bajar ese “no se qué” a tierra, ¿qué era lo que me había hecho elegir ese entre tantos otros libros? Rodeada de todas las cosas que en algún momento fueron mi presente, mis obligaciones y mis disfrutes, sentí a flor de piel a la Paula de entonces. Quinceañera, descubridora de barrios y noches. Los primeros pasos en solitario, los primeros acompañantes de camino. ¡La toma de conciencia de la vida! El colegio, los profesores y no se porqué, el recuerdo del olor a lluvia. Por un segundo que se hizo eterno sentí ese libro como la primera vez. Conflictos de identidad, búsqueda en las calles de la ciudad, locura literaria. Aunque en ese momento se pareció mucho a la historia de un escritor que se volvía loco, ahora era mucho más.

Siempre describí los trabajos de Auster como “sobre sentimientos”, y la trama como una excusa para explayarlos. El protagonista está todo el libro buscando a un hombre, búsqueda que lo lleva a la locura, pero en el último párrafo se rinde y es el final. Muchos piensan que simplemente las historias de Auster no van a ningún lado, y lo descalifican. A mi modo de ver, él dice todo lo que quiere decir y más. Lo que él cuenta no es si el detective encuentra o no su objeto de búsqueda, él habla de la locura al que lo lleva eso. Describe tan bien los sentimientos que controlan los hilos de la vida, que uno capta la esencia de sus relatos a un nivel inconsciente. Lujuria, conflictos, locura. Y mil más. Parafraseando a Piglia, el relato visible esconde un relato secreto. Y es esa particularidad en la construcción de la segunda historia lo que me atrae de Auster. No puedo evitar dejarme llevar por sus palabras y revivir mis propios sentimientos de la manera que él los describe. La soledad según Auster es diferente a mi soledad. No sé si mejor, pero sin duda más elocuente.

Al recordar todo esto, me parecía hasta falta de respeto haber olvidado al libro ahí. Lo agarré y lo subí a mi habitación. Mientras me proponía a dejarlo en la biblioteca, recorrí los títulos de los libros que ahí tenía (y posteriores al que tenía todavía en las manos). No solamente había muchos más de Auster, tenía también varios de realismo mágico, fatalismo (tales como La naranja mecánica, 1984, Un mundo feliz) drogas alucinógenas... Realidades extrañas que se viven en el plano de la normalidad. Sin llegar al extremo de Juan Pablo Castel, sé que veo las cosas desde mi perspectiva, y siempre dudé de lo que yo veía / sentía se parecieran siquiera a lo que los demás. De alguna manera, en esos libros pasa algo parecido.

Mirando en retrospectiva, a partir de ese libro perdido se marcó toda una línea de elección literaria, de incógnitas, de formas de ver la vida y de qué buscar en ella. No sé si lo encontré o me encontró. O siquiera si fue con intención o puro azar. Sin decir que sólo a partir de ese único texto mi biblioteca es la que es, mi interés literario es el que es, y lo que considero interesante es lo que me resulta interesante, digo que aportó a lo que soy y a donde estoy.

“Mucho más tarde cuando pude pensar en las cosa que sucedieron, llegaría a la conclusión de que nada era real excepto el azar”.Auster, P. “Ciudad de Cristal”