Hay una frase que contesta George McFly en Back to the Future cuando el personaje de Michael J Fox le pregunta porqué no le mostraba lo que estaba escribiendo: “Por que tengo miedo que si la gente lo ve, diga que es estúpido”. Mas allá de la anécdota cinéfila, para mi esa frase resume el sentimiento de todo intento de escritor. Como buen intento que soy, yo también sufro ese sentimiento de cohibición. El cual se debe, según mi parecer, a una simple paradoja.
A riesgo de caer en una generalización meramente teórica, creo que el primer acercamiento a la escritura es a un nivel muy personal. Tal vez por la necesidad intrínseca del ser humano de comunicarse, tal vez por culpa de la invasión en el mercado de diarios íntimos. En la práctica, uno pasa a papel las experiencias más personales. Obviamente nadie quiere que se le critique en su más íntima expresión y por eso mismo uno es reacio a los ojos ajenos. Simplemente uno se siente desnudo a la vista del otro.
Yo creo que existen muchísimos relatos impresionantes, de escritores demasiado cohibidos para dejarlos conocer. No hace falta irnos hasta Kafka para pensar en obras post mortem. Lamentablemente no es ese mi caso. Las primeras palabras que contaron alguna historia se perdieron en los vaivenes de la vida. Pero podríamos arriesgar sin mucho margen de error que no eran ninguna genialidad. Lo mismo vale para el par de ensayos con los que las maestras de primaria intentaban mostrarnos el uso de la monografía. Aunque no sería hasta la secundaria donde realmente aprenderíamos los usos y abusos de Wikipedia.
Igualmente y a pesar de lo infructuoso que parece ser, cuando me nace escribir, agarro un lápiz y empiezo. Sin embargo, después de un frenesí inicial, me quedo totalmente en cero. No es porque no sepa cómo llegar a lo que sigue, simplemente no hay nada que siga. Yo también amo los mundos sutiles, pero irritantemente mis conmociones frente al mundo me mezquinan una inspiración volátil.
Escuché una vez que Borges caracterizaba a un buen escritor como aquel que deja pasar el tiempo y después retoma la idea para escribirla. Así no se deja ofuscar por el momento y se puede escribir con más claridad. Podría probar con eso, porque es triste pensar que necesito un estímulo externo para conectar dos ideas en papel.
Aunque nunca pueda crear personajes susceptibles de convertirse en mitos y sea poéticamente analfabeta, no logro esquivar la escritura . No puedo evitar, por ejemplo, en cada viaje llevar un diario al día, retrato de cómo pasar haciendo caminos y teñirlos de gris en imprenta.Siguiendo una línea de razonamiento platónico podríamos decir que al tener la memoria tan arruinada por esta agitada vida moderna, el soporte fotográfico sería incapaz de revivirme el viaje, por lo que me vería en la obligada necesidad de pasar a papel las experiencias antes de olvidarlas. De alguna manera este planteo me suena ridículo. Debe ser otra cosa entonces la que, a pesar de la falta de aptitudes, me hace volver al papel. En el camino a descubrirlo espero ir perfeccionando alguna habilidad.
“En el proceso de la escritura la imaginación y la memoria se confunden. “