30.6.09

Estación Central - Espacio cinéfilo

"Josué,
Hace mucho tiempo que no le mando una carta a nadie, ahora te mando ésta a tí.
Tienes razón, tu padre aparecerá y seguramente es tal como tu dices que es.
Recuerdo cuando mi padre me llevaba en la locomotora que él conducía, permitía que una niña como yo tocara el silbato del tren durante todo el viaje.
Cuando recorras las carreteras con tu enorme camión, espero que recuerdes que yo fuí la primera persona que te hizo poner las manos en un volante.
Será mejor para ti quedarte con tus hermanos. Te mereces mucho, mucho más de lo que yo podría darte.
Cuando quieras acordarte de mí, mira la pequeña foto que nos hicimos juntos. Te lo digo porque tengo miedo de que algún día tú también me olvides.
Echo de menos a mi padre. Echo de menos todo.
Dora"


Central Do Brasil, Monologo final.


Estación Central es la historia de un viaje en el cual Dora y Josué, los dos protagonistas, emprenden una aventura donde todos sus propios significados y sus identidades cambian.
Todo empieza en la estación de Río de Janeiro, un mundo de nadie. Dora, cincuentona frustrada de vivir, trabaja allí escribiendo cartas para aquellos que no saben hacerlo. Éstas palabras cuentan historias de vidas difíciles y aún así a Dora no le importan. Sólo quiere el dinero que cobra por éstas y luego las tira en la basura o a su propio purgatorio. Para ella, esas palabras no significan nada.
Sin embargo, a lo largo de la película eso cambia. Esta primera percepción que tenemos del personaje se invierte a medida que la historia avanza. Se van descubriendo aspectos de su vida de que nos permiten comprender a Dora. Tanto es así que en el monólogo final se nos revela con todo su dolor y no podemos más que entender. Su dureza inicial no es más que la consecuencia de toda una vida de abandonos: “tengo miedo de que algún día tú también me olvides” . A lo largo de su travesía por el interior de Brasil, Dora se va reencontrando consigo misma y hasta se permite una ilusión amorosa. Hacía el final encontramos una mujer distinta de esa que en una primera secuencia se nos muestra odiosa y ventajista.
Josué, por su parte, es un niño que de repente se encuentra solo. A partir de un accidente nomás iniciada la película, se queda sin su madre. Lo primero que atina a hacer es recuperar lo poco que le queda: la carta que iban a enviar a su padre y que Dora fue encargada de escribir. Aquí no sólo se unen los destinos de los dos protagonistas, también podemos entrever el significado que tienen para el niño estas palabras. Palabras que encarnan su identidad.
Este gran valor que se le otorga a la escritura es uno de los aspectos poéticos más destacables de la película. Desde aquellas personas que piden a Dora escribir dedicaciones a los afectos pasados y a los santos presentes hasta Josué que encuentra en ellas su única oportunidad de ser, de tener una identidad. En todos los casos podemos ver una carga emocional muy grande que traspasa más allá del escrito.
El personaje de Josué es difícil de analizar, en ningún momento se lo presenta débil ni indefenso. Aún cuando no tiene otro futuro en el horizonte que el de estar en la estación, el niño se mantiene entero. A la vez, actúa como contrapeso de la figura de Dora: a diferencia de ésta que reniega su pasado él está atado a éste que a su vez él entiende es su futuro. En este viaje que necesita emprender para encontrar a su familia, se lleva casi a cuestas a esta mujer que descubre junto al niño caras de sí misma que ni ella conocía.
Un momento destacable del viaje es cuando, luego de miles de peripecias, caen en un pueblo donde, luego de una procesión (situación confusa si las hay) se renueva la unión entre ambos protagonistas. Casi como un renacimiento, podemos ver el cambio de actitud entre ellos: ciega confianza de él hacia ella, y dependencia de ella hacia él. Como signo de la profundidad de este cambio podemos señalar la escena en la que ella, después de una leve dubitación, finalmente tira las cartas en el buzón, otorgándoles así significado a esas palabras de afecto y sentimientos que antes no la conmovían. Y aquí una hipótesis, si es que antes no mostraba ningún sentimiento, es porque le dolía tanto que no podía permitírselo. Tanto Dora como Josué parten de la soledad, del dolor, de la búsqueda y llegan al final como personas más completas, más felices, unidos como nunca lo pensaron. Más que el vínculo en sí los que les deja el viaje es una renovada fe en la vida. Ambos se encuentran con aquello que habían perdido: el niño a su familia y Dora a sí misma.

Pienso que más que reelaborar las reglas de la road movie, Estación Central las lleva un extremo exquisito, equilibrado y eficaz. Tal como está previsto en este tipo de películas, que rara vez se guían por conflictos externos, los problemas que consumen a los personajes de Estación Central son básicamente internos, si bien es cierto que el director hace hincapié en mostrar las desigualdades sociales y la pobreza que hieren a su país.
Como las road movies necesitan seguir la transformación interna de sus personajes, los filmes no se refieren a lo que se puede ver o verbalizar sino a lo que se puede sentir sobre lo invisible que complementa lo visible. Un ejemplo de esto sería la escena donde Dora mira a través de la ventana al camión del objeto de su afecto irse para no volver. El dolor que transmite esa escena de ella mirando por la ventana, no tiene nombre.
Si hablamos en términos de gramática cinematográfica, la road movie se ve circunscrita a una sola obligación: acompañar las transformaciones vividas por sus personajes principales al enfrentarse con la realidad, que se cumple al pie de la letra en Estación Central.